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¿Cuánto pesan 375 años?



A estas horas, mientras usted lee esto, ocho jóvenes de aquí al lado están delante de un tribunal de guerra. Hasta allí les ha llevado una noche festiva cargada de alcohol y cierta dosis de mala  hostia  mal gestionada. Poco más. Pero enfrente tenían a dos peones de guerra de este nuevo estado correccional. Y se lió parda. Así que lo que debió ser juzgado como una pelea tabernaria a cara de perro, acabó en delito de terrorismo por obra y gracia del nuevo paradigma judicial. Estos jóvenes se enfrentan a 375 años de prisión por delitos de terrorismo que solo llegaron a ser lesiones. De eso hay pruebas. Pero no han sido admitidas. Eso supone una vulneración de los derechos a la tutela judicial efectiva. Así que la venganza ha suplantado a la justicia incapaz de ser administrada por ese sanedrín carcomido por la nueva doxa punitiva. Y es que, a falta de gestión política, judicialicemos la vida, hagámosla insostenible, criminalicemos las palabras, los gritos, el humor, el amor, el tiempo y hasta las reuniones de vecinos. Hagamos de todo un delito, resucitemos la rebelión, la sedición y hasta el alzamiento para seguir comiendo caliente del pecado que condenamos. Hoy es la cuestión catalana y en tiempos “todo es ETA”. Pero qué se puede esperar de una justicia satanizada que ha convertido la canallada en carta de nobleza. Ahí está el nieto mayor de Franco partiéndose la caja. O el mismo Urdangarin, para quien se reclamará el indulto.
Llegados aquí, sobran explicaciones sobre el encabronamiento de este estado que ha resucitado al Tribunal de la Inquisición y  que recurre cada vez más a la violencia inherente de la ley para cometer actos políticos de coerción a través de la Fiscalía del Estado.

El sábado pasado 50.000 personas en Pamplona trataron de frenar esta bacanal del disparate jurídico. Pero no solo eso. Clamaban justicia. Y sentías que el tiempo se había encasquillado en la gratitud de su crueldad. 375 años.

Artículo publicado en Noticias de Navarra el 16 de abril de 2018

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