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Paso cambiado


Hoy es fiesta. Y quizás usted, obrero de la Volkswagen, se haya ido de puente a La Rioja. Nada que objetar. Pero para muchos este es un lunes más al sol. Unos cuatro millones de personas que sobreviven con poco más de cuatrocientos  euros al mes. Gente que vive con el tiempo prestado en medio de una polvareda de impotencias.
En tiempos, hoy era uno de los días grandes del obrerismo de clase. Y sí, sigue habiendo obreros. Como Nora, una peruana que cobra dos euros por cada habitación que limpia en un hotel de aquí al lado. Como Ranjit,  que con  trece años trabaja en un taller textil de  Gujarat (India) y cobra 20 euros al mes por trabajar doce horas diarias. Como Luisa, que cobra 2 euros por la limpieza de cada portal. Ellas son otra clase. Pero este obrerío que hoy recorre dividido las calles de Iruña, juega en una liga muy diferente a las obreras de Sri Lanka o Marruecos. Además, las luchas ya no se dan entre patronos y currelas, sino entre gente con buen trabajo y obreros con contrato de una semana. Entre desempleados que cobran paro y quienes han agotado todas las prestaciones. O entre quienes cobran ayudas sociales y quienes no. Esas son las clases fragilizadas y enfrentadas entre sí. Nuevas clases ultraprecarizadas e invisibilizadas. Gentes que no están en las manifestaciones de hoy. ¿Que  por qué no están? Unos dirán  que porque no quieren. O porque no tienen “conciencia de clase” dirán otros.  No. No están porque pese al griterío, nadie les representa. Porque no tienen ningún sentimiento de pertenencia comunitaria. Porque no encuentran solidaridades de clase. Porque sus necesidades descuadran las agendas sindicales. Son la infraclase individualizada y condenada a la gestión de su propia miseria. Hoy es primero de Mayo pero uno siente que a  esta  fiesta le sobran banderas y le faltan abanderados. Y también un hilo rojo que volver a enhebrar.

Artículo publicado el 1 de mayo de 2017 en Diario de Noticias de Navarra. Este día toda España apestaba a corrupción. Todo estaba envilecido y pareciera que iba a desmoronarse en medio de un Estado de esterilidad política. Pero en medio de tanta decepción,  lo único que se confirmaba día a día era la madurez de tanto cinismo impune.  

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