Ir al contenido principal

Una cara muy dura

Juan Rossell, presidente de la CEOE. Foto: Juanjo Martín






Vean esta cara. Párense detenidamente en ella. Dirijan su mirada donde el tipo supuestamente observa extrañado de sí mismo. Como si le hubieran pillado en un renuncio. Y observen este cuadro con escorzo quejoso  hacia la izquierda.  Miren esas arrugas, como olas surcando una frente incapaz de sostenerse sin apoyos, esa caída de ojos lacrimógena presta a desenfundar la espada. Miren esa boca, ancha, anchada de decir barbaridades y exabruptos. Esa contención de los maxilares que denotan años descuartizando a víctimas sin piedad. Miren esa vista a la izquierda, confundida de destino,  dirigida al vacío, al   hueco  infernal de la arrogancia, donde todo cabe, hasta el olvido de una cita con Dios. Vean esa cara y no me digan que no anuncia un tedio absoluto, el tipo sabe que suceden muchas cosas pero siente en su interior, que nada está a punto de suceder. Porque él y su cuadrilla han creído que el mundo rota a su antojo. 

A todo esto, la entidad que él dirige, recibió en 2010,  nada más y nada menos que 9,8 millones de euros para hacer planes de formación, eso que se llaman políticas activas y pasivas de empleo. Pues bien, no contento con arremeter contra los trabajadores y trabajadoras con una reforma laboral ultraliberal, el tipo es responsable de esta nueva pifia. Porque según el Tribunal de Cuentas, la  gran patronal pagó de ese dinero, de usted y mío, a 38 trabajadores por labores de apoyo a esos planes. Lo bueno viene ahora, de esos 38 trabajadores, dos eran cargos directivos. Una nueva vía de escape de la corrupción generalizada que asola al país está servida de la mano de este señor al que le gusta dar ejemplo de austeridad y buen hacer.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...

Vila-Matas no invita a la lógica

Vila-Matas es un tipo desconcertante. Pretende desaparecer, hacerse invisible, pero no lo consigue. y mira que ha insistido en ello. Pero lejos de ello, se hace más presente. Y  es que  esa desaparición pasa por la propia transformación de su mundo literario. Por el vaciado de su propia materia prima textual. VM ha iniciado, creo,   la última parte de su carrera de fondo  literaria con su ultima aportación. Y espero que tenga su recompensa. Para algunos críticos, VM es un escritor escorado a ninguna parte, excepto hacia su propio mundo interior, eso sí,  sin llegar a ser un pedante del lirismo estético individualista. Otros, alguno de mi provinciana ciudad sanferminera, le achacan de postmoderno colaboracionista de la fatuidad de la literatura sin compromiso. Nada más lejos después de leer su última novela. Si es que es novela. Tras la lectura de esta obra, me siento más vilamatiano que nunca. Por una razón muy simple. Este tipo me habla al oído, susurra c...

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorado...