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Viruscracia



Los balcones se han convertido en nuestra libertad condicional, ese lugar donde nos asomamos a la geografía imposible de transitar, desde el que vemos un  barrio desolado pero también socializado. Los balcones son ya la platea de los grandes aplausos, la orquesta de las cacerolas, el lugar donde combatir el aburrimiento y esparcir solidaridades. Los balcones son los respiradores de la nueva reclusión.  Pero los balcones y las ventanas y las rendijas por donde vemos el nuevo mundo silenciado, son también el  observatorio de los delatores, el mirador de esos guardas forestales del nuevo orden vírico. Entrevisillos se esconden  los nuevos guardianes del orden venidero.  
            Y es que en nombre de la pandemia y su erradicación se ha impuesto un nuevo control del mundo que empieza por el vecino. Como dice Leila Guerriero, vivimos el encierro como un alivio, el control social como un deber y la distancia con el otro como una señal de amor.  Pareciera que en una sociedad moldeada por el pánico, mejor perder libertad a perder la vida; eso pensamos. seguir leyendo

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