Bomberos con máscaras respiratorias. Buenos Aires 1925 |
Dios había
vuelto al curro y de nuevo empezó a mover el mundo. Pero entonces no supimos
qué hacer con aquella libertad condicional recién conquistada. Con aquellas
calles que se volvían a abrir. Y es que cuando dejamos el balcón para bajar a
la acera liberada por primera vez desde aquel 13 de marzo, la vida no solo
había cambiado, también nosotros habíamos mutado tras meses de hibernación. Y
ahora no sabíamos orientarnos en aquel mundo que ya no era el mismo, aunque
algunos optimistas por decreto no quisieran reconocerlo.
Cientos de muertos en Navarra nos habían dicho adiós
en un tiempo record y muchas familias aguardaban un duelo insatisfecho. Miles
de parados se agolpaban en las puertas del SEPE, cientos de pequeños negocios
habían echado la persiana, los Sanfermines se habían suspendido, el curso
escolar se había perdido, miles de familias pobres abandonaron las madrigueras
pero la nueva luz no alumbró sus futuros incógnitos, los viajes no iban más
allá del pueblo y las vacaciones las gozamos en Google Earth, apenas nos
rozábamos, el abrazo se temía, los bares seguían cerrados y las piscinas no
abrieron ese verano, podíamos salir seis horas al día, libres de controles y de
militares fumigando el miedo. Las librerías volvieron a abrir, las zapaterías,
las ferreterías, y hasta las botonerías. Podíamos correr, andar en bici,
pasear, sudar y volver a casa de los padres. Y hasta las UCIs habían
vuelto a su inquietante pureza. Pero la
vida había perdido fuelle y tras aquella brutal inflexión sólo sabíamos vivir a
tientas.
De repente me desperté sobresaltado. Pensé que
aquello había sido un clic cósmico gigante. Hoy es 13 de abril, víspera de la
República. Y me gustaría seguir viviendo los días con descaro. Pero el futuro
se ha convertido en un juego de esperas.
Publicado en Noticias de Navarra el 13 de abril de 2020,
30 días de Estado de Alarma
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