TTu lo ves entrar en la sala de proyección, retorcido, embozado en esa mascarilla que se le antoja el disfraz perfecto en estos tiempos de trágico carnaval, y sabes que este tipo es capaz de desplegar una franqueza que llega a ser indecente. Lo notas desde el principio de “El Drogas”. Sabes que este tipo resentido con el “glam” te ofrecerá un numero de trapecistas ahí arriba sin red ahí abajo. Y así empieza a conquistarte. Con esos primeros compases e imágenes de una música vertiginosa en la que él encontraba todo aquello por lo que valía la pena luchar y vencer. Una música más memorable que memorizable.
Lo que ocurre mientras avanza “El Drogas” es que uno mira hacia atrás con vértigo y hacia delante con curiosidad. Lo estuve observando durante la proyección, lo tenía a unas tres filas por delante, y me preguntaba que estaría ocurriendo en esa cabeza mientras observaba su propia vida. Y me dije que tal vez su vida era un sismo que no dejaba de replicarle. Lo noté justo en el momento en que él dice: “durante ese tiempo nos sentíamos imbatibles”. Y esa es la clave de “El Drogas”. Un tiempo imbatible que desafió la teoría de la gravedad donde unos tipos levantaron una barricada contra un océano donde no nadaban las sirenas sino que flotaban todas las alarmas. Y “Barricada” tenía una fe idiota basada en la convicción de que nunca era demasiado tarde para nada. Porque “El Drogas" te susurra algo brutal. Que toda la inmortalidad que puedas desear está aquí presente.
Acabó la proyección y noté algo que hacía tiempo no sentía. Aquel tipo, ya entrado en años, se había pasado la línea de meta. Pero aún seguía corriendo en busca de un pararrayos contra la melancolía. Entonces me acordé de Mayor Tom, un personaje ficticio creado por David Bowie para su álbum “Space Oddity” . Observaba a Enrique Villarreal y me parecía que era como ese astronauta de Bowie que inicia su errático viaje al espacio. Como si quisiera acceder a la soledad definitiva, al desorbitado aislamiento. Para anunciarnos que todavía podemos ser imbatibles. Porque como dijo Neil Young en "Hey My My" "entonces mejor arder que desvanecerse"
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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