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LA INFANCIA SECUESTRADA

Foto: Ernest Cole /Magnum Photos/ 
Al principio lo pensé, pero me autocensuré. Porque también mi cabeza se confina. Y me convierto en el mejor sicario de mí mismo. Pero lo pensé. ¿Bajo qué principio se puede sacar a un perro a pasear y a cagar y a un niño, a una niña no?. Que alguien me explique ese incomprensible privilegio. Desde el principio, el confinamiento de los menores no ha admitido ni matiz ni discusión. Salvo situaciones relacionadas con la discapacidad, solo hubo alguna corrección al texto del decreto inicial. Y era que un menor pudiera acompañar a un adulto a la compra. Porque claro, nadie pensó que los menores no se pueden quedar solos en casa. 
Y lo que veo a diario es que las clases sociales están siendo transverslizadas bestialmente por el confinamiento. Y a la infancia más pobre y más vulnerable, desprotegida, amenazada y que forman parte de esas familias que sobreviven entre la precariedad y la extrema pobreza, pagará un altísimo precio por esta crisis de salud, que también es económica, social, mental y de cuidados. Esos menores, además de confinados están hacinados y sin conexión con el mundo digital porque sus progenitores o cuidadores no tienen capacidad económica para unirlos con el mundo virtual. Así que no pueden facilitarles la tecnología que exige realizar esas tareas virtuales que el resto de la infancia puede hacer. Observo que, mientras familias de clase media pueden garantizar a sus hijos un seguimiento escolar correcto, con esfuerzos, pero correcto; la infancia pobre, la infancia inmigrada y racializada de progenitores inmigrantes, no son capaces de acompañar académicamente a sus hijos porque ellos, muchas veces son analfabetos o con escasa formación. Así que sus hijos e hijas deben seguir otros circuitos y estrategias no digitales para seguir sus estudios. Dependen en ocasiones de un voluntariado que les lleva la tarea a casa y les acompaña. Pero eso les supone más esfuerzo y los relega, los aparta de sus compañeras de clase, los desiguala, los atrasa, los desanima, los desconecta, los racializa más, los desajusta, los aparta, los desmotiva y los atrapa en una trampa que los vulnerabiliza aún más. Y es que el aislamiento, no solo físico, sino digital, también es un riesgo de maltrato. Muy alto. Les diré que la tasa de riesgo de pobreza en hogares con menores de 18 es del doble que en hogares con personas adultas. En Navarra uno de cada tres menores de 16 años está en riesgo de caer en situación de pobreza. Si quieren comprobar dónde están, quiénes son, pregunten por las familias pobres, inmigrantes, paradas, precarizadas, expulsadas de la producción, paradas o excluidas del mundo que usted conoce.
Esta crisis no solo deja muertos, también deja huérfanos del conocimiento, del afecto, y quizás de futuro. Esa es nuestra infancia más desprotegida. Así que urge recuperar la aplazada Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia frente a la violencia. Porque esto es también violencia. 
31 día de Estado de Alarma

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