Aprovechando el bajón anímico del personal, la desmovilización y la creciente despolitización de una vida infectada, el arzobispo de Pamplona se ha venido arriba. Cansado de explorar en la metafísica de la fe, ha lanzado una OPA a la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz.
Esta Hermandad viene celebrando el día 19 de cada mes una misa negra en conmemoración del golpe franquista de 1936. La pandemia ha cancelado estas prácticas exaltacionistas, sí, pero el arzobispado, lejos de reprobarlas, quiere higienizarlas. Por eso ha propuesto a los cruzados que trasladen sus happenings subversivos a la Catedral de Pamplona. Que es como sacarlas del zulo de los “Caídos” para situar la exaltación en el gran espacio público de los creyentes. Él mismo dice: "no hay que darle más importancia, es un acto de adoración y de petición por todos, como ocurre en el Valle de los Caídos, que no se pide solo por unos sino por todos". Sí señor. Junte usted sin pudor a víctimas y verdugos y sáquele jugo a la violación de la historia.
Y es que para el arzobispo toda exaltación franquista, si pasa por el filtro de la fe, adquiere inmunidad. Por eso ofrece a la Hermandad pasar una ITV religiosa. Una especie de desfranquización de sus ceremonias. Y es que para normalizar esas misas en la Catedral, deberán adaptar sus estatutos a las normas del Concilio Vaticano II. Estamos pues ante una operación de blanqueo del fascismo arcaico y de esta Hermandad de quien el propio arzobispo dice que es “ una asociación cristiana , católica, que tiene unas connotaciones especiales”. Señor arzobispo, usted banaliza uno de los episodios más trágicos de la historia. ¿Por qué no pregunta a los creyentes y familiares de fusilados en Navarra, tres mil, cómo sentirán esta afrenta?
¿Se imaginan ustedes que el Papa permitiera en la capilla Sixtina misas en honor de Mussolini?. Que Francisco diga algo. Ya.
Noticias de Navarra, 9 de noviembre de 2020
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
Qué barbaridad, claro que este señor actúa como feudal de su castillo.
ResponderEliminarNo entiendo como personas de buena fe pueden seguirle. Es lo más opuesto a la verdad del evangelio