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Balsámico

El cielo de Gaza está tan cansado que apenas queda tiempo para llorar por su destrucción. Todavía hoy estallan luciérnagas de pólvora en nombre Yahvé. Lo hacen mientras un supuesto alto el fuego arde en el horizonte. Si es así, habrá que alegrarse. Mientras tanto, ese cielo sigue velando cadáveres. Ese plan se está negociando en Egipto. Hamás, Israel y los enviados trumpistas quieren llegar a una firma común. Si se logra, bingo. Pero uno duda. Y piensa cómo amanecerá Gaza mañana y pasado mañana y al otro. Cómo se medirá el tiempo, la esperanza, el hambre, el dolor, el futuro, el poder, el recuerdo de los muertos, el porvenir, la salud, alimentarse, poder lavarse, dormir, mirar al cielo sin ver el infierno. Qué quedará tras la fría anestesia del horror. Y uno se pregunta si es tan fácil que 66.000 muertos, 200.00 heridos, miles de desaparecidos bajo la escombrera gazatí y otros miles de desplazados sin horizonte, puedan quedar impunes, invisibles tras una neblina de incienso. Sin q...
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El viejo pino

El viejo pino no aguantó la embestida de un viento sin piedad, un viento enloquecido, como una llamada de teléfono de desamor. Dicen que cayó a cámara lenta, como queriendo agarrarse al último suspiro de sus resecas raíces. El viejo pino tenía más de cien veranos y había sido testigo de noches de amor y de todas las lunas, de tormentas, granizos, vientos cierzos y “castellanos” y también de alguna guerra aún sin cicatrizar. Fue refugio de cientos de nidos y testigo mudo de miles de vuelos que los cernícalos convertían en piruetas de amor y de muerte. Cada año, llegado septiembre, cuando la luz desciende sobre los pimientos recién asados, el pino crecía varios milímetros. Lo hacía, dicen, para oír mejor el repique de campanas que anunciaban una procesión desde tiempo inmemorial. Y también dicen, quien lo ha visto crecer, que en algunas noches recargadas de estrellas, se podía oía su respiración que sonaba como un gemido. Entonces, algunas gentes se arrimaban a su tronco para encontrars...

Sirât

Todo el mundo hablaba de Sirât, esa película del director Oliver Laxe que empieza con una fiesta rave sahariana y acaba en lo más parecido a la gran sinfonía oculta del dolor y la desesperación. Juan Zapater empezaba su crítica como si se hubiera fumado a Cioran de una sentada: “Desde que la luz muerde a la pantalla, queda claro que Sirât ha sido forjada con cine de estremecimiento y angustia”. Si te prometen algo así, o abres la ventana para que entre la oscuridad o te apuntas a Torrente. Elegí la luz de los Golem. A una hora sofocante y en un día que todo parecía trascurrir sin consuelo. Pero fue empezar esa música sin afecto ni paz alguna, brutal de Kangding Ray, y saber que algo hipnótico iba a ocurrir. Y ocurrió. Un padre y su hijo pequeño buscan a una hija y hermana desaparecida hace cinco meses por las ardientes arenas del desierto marroquí. Este pretexto sirve para narrar el viaje pedregoso de unos personajes sin más rumbo que la inmensidad del desasosiego. A ritmo de rave...

Verano

Ya es verano. La gente se dispone a ser plenamente feliz. Aunque un vigilante de vertedero haya puesto al país patas arriba. Aunque el cielo siga escupiendo versículos del Levítico cargados de metralla sobre Palestina. No importa. A este mundo hemos venido a veranear, que decía Julio Iglesias. Y en esas estamos. Justo desde las 4,42 horas del pasado sábado 21. A esa hora, el sol alcanzó la máxima declinación secuestrando la noche más corta del año. Muchos balcones de la ciudad tenían abiertas sus ventanas de par en par y podía oírse el fulgor de algunas pasiones. También a esa hora, en muchos bares de pueblo, donde la barra sigue siendo un agarradero de sociabilidad, se seguía jugando al tute mientras la TV repetía imágenes de corruptos que llevan tiempo haciendo el agosto. Es verano, tiempo de chicharras que anuncian un sopor vespertino que sólo se aguanta al lado de un daiquiri escuchando canciones de Nick Cave. En el pecho de muchas adolescentes se ha producido una explosión im...

Minuto

No podré votar por Yala Nafarroa con Palestina para que lance el txupinazo y el cielo se avergüence. Así que dejaré aquí mi voto. Creo que el resto de propuestas tienen tiempo de lanzarlo. El año que viene, si viene, o el que sea. Sin embargo Gaza no puede esperar. Aun con nueva tregua trampa. Que Yala lance el txupinazo será un acto simbólico de gran impacto internacional. Y será, como no podría ser de otra manera ,un acto político. Claro, como tantos gestos diarios revestidos de inocencia viciada. Porque no se puede pasar de puntillas, ni ser equidistante, ante esta masacre gazatí. Porque hasta el silencio miedoso y colaboracionista que inunda el mundo, también es político. ¿Te suena de algo Melody? Pero además, Yala no es una candidatura personal, cuestión que deberíamos revisar en favor de lanzaderas colectivas si reclamamos fiestas fusionadas e inclusivas. Yala, agrupa a 225 colectivos sociales y ONGs frente al genocidio y ocupación palestina. Y llevan años. Pero Yala ...

El mejor kit

Quise entender qué había detrás del apagón. Se había demostrado que la vida nos iba en ello, esa vida que pendía de un respirador o de un viaje en busca del amor. Pero no pude. Si no era capaz de entender el recibo de la luz, cómo entender aquel galimatías que empezaba hablando de ciclos combinados y terminaba con la integración de grandes volúmenes de generación renovable. Imposible. Entonces miré para atrás, a ese tiempo en que saltaban los plomos pues entonces la luz pendía de un hilo de cobre, tan frágil que se iba con la normalidad de un vuelvo enseguida. La luz era un asunto de Estado en transición al sálvese quien pueda. Ese salto lo inauguró Felipe González, un visionario para quien la claridad resultaba tan arrolladora que en 1988 empezó la privatización de Endesa. Luego un tal Aznar remató la faena en 1998. Una vez cogido el gusto a la pasta fácil, España acabó convertida en un Monopoly: Gas Natural, Telefónica, Aldeasa, Tabacalera, Endesa, Repsol, Argentaria, Red Eléctric...

Resignificar, ese verbo viral

Imaginen, imaginen por un momento, que Trump turistifica Gaza, que todo queda muy cuqui y en honor de los muertos judíos y el ensalzamiento de los sagrados valores de Israel y su cruzada contra el terrorismo palestino, los arquitectos judíos levantan un monumento conmemorativo de este genocidio bendecido por Yahvé. Imaginen ahora que el tiempo ha transcurrido. Pongamos 50, 70 años. Entonces, algunos dirigentes del pueblo palestino ya muy anestesiados de aquel horror e integrados en la nueva normalidad pactista, deciden resignificar el monumento, sustraerle de toda la carga violenta de su constitución, de toda su brutalidad levantada sobre la sangre de miles de palestinos asesinados sin pudor alguno. Es decir, darle un nuevo sentido a su inquietante y desafiante presencia. Porque los nuevos dirigentes palestinos, aun reconociendo que aquel monumento se levantó para honrar y reconocer a los verdugos de 80.000 palestinos, insisten en que no hay otra manera de cerrar la herida, sanar el...