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Mostrando entradas de 2019

El barrendero

A eso de las 7,30, cuando la luz aún no se ha colado por la rendija de la realidad, observo el proceder de un hombre vestido de faena. Lleva pantalón y chaqueta reflectantes. En ella leo el logotipo de una empresa buitre. Está claro que es un obrero. Y le supongo precarizado. El hombre está encorvado y lleva un carrito parecido al del supermercado. En una mano lleva un escobón y en la otra un recogedor. Su andar es parsimonioso. Pareciera afectado por alguna cojera y eso me provoca la primera emoción del día. Escucha en una pequeña radio las primeras demencias del día. Lo miro a escondidas para ver cómo ejecuta su trabajo. Observo que en el bolsillo trasero de su pantalón lleva el libro de Thomas Piketty: Capital e ideología . Quizás lo haya encontrado entre las basuras del día, pues recoge hojas caídas, cartones, litronas, vasos de plástico y una paloma muerta. Lo hace despacio, a conciencia, como un artesano reñido con la fugacidad. Una y otra vez se aga

Es lunes

Foto: Martine Franck /Magnum/ Ayer, los nuevos millonarios miraron al frente como si el porvenir fuera un podio. Hoy ha sonado el despertador como cualquier día. Y no por ello me he sentido desgraciado. El mundo se pone en movimiento cada mañana. Y eso ya es suficiente para cuidarte. Así que no permitas que los tertulianos cantamañanas te amarguen el día. En su lugar escucha la Tercera Sinfonía de Górechy y piérdete en la soledad de su belleza. Y mañana día 24, cuando enfrentes el día más duro del año, abre   bien la pituitaria al olor del primer café de la mañana. En el almuerzo, procura que no te falte aceite de oliva virgen, tomate de Lerín y unas anchoas del Cantábrico. Alrededor de esa trilogía gira el universo. No discutas con  seguir leyendo

El pan nuestro de cada día

Panadería Arrasate, Pamplona, diciembre de 2019 De repente el presente se vuelve sepia. No puedes pasar por delante de esta panadería, que no es una panadería, sino   la panadería del Casco Viejo y no sentirte atravesado por una extraña pulsión que comienza a la altura de la nariz, el olor. Un olor que viniera de otro siglo, como anunciando que el mundo puede entrar en calma absoluta. Eso es lo que pasa cuando entras en este templo del pan nuestro de cada día. Bueno, del pan y de las tejas y del chocolate y de las pastas y del hojaldre, y las magdalenas y las rosquillas y del pan integral. Así que si entras aquí, al punto de la mañana y te pides un café, notarás que ello es la mejor droga contra el cansancio. Y mientras degustas el café, ves como se cargan las estanterías de todo tipo de panes conformando una especie de panecoteca universal. Y entonces no sabes que elegir, como cuando vas al Louvre, que el arte se te cae encima. Eso me pasa cuando voy. Que un día pido pan de amapo

Gobernados por la venganza jurídica

Los miembros del Tribunal Supremo  debieran pasar una temporada en el infierno. Para quemar todas degradaciones jurídicas cometidas contra los condenados por el procès catalán. Para redimirse de tanta sentencia-epitafio, esos que hielan hasta las sonrisas de las momias. Una vez salidos de allí, unas sesiones de psicoanálisis no les vendría mal. Para identificar sus demonios si es que aún no los reconocieron en el Averno. A buen seguro el doctor lacaniano les recomendaría también un viaje por el túnel del tiempo y una sesión de constelaciones biográficas. Para buscar a sus ancestros entre Austrias enviciados, validos que se divierten viendo trabajar a los enterradores y  nobles de creencias corrompidas a los que nada les seduce tanto como la obsesión por la muerte. Una vez hecho ese viaje y de vuelta a la realidad, le aconsejaría leer detenidamente la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que dice taxativamente que Junqueras tenía inmunidad  desde

Olor de santidad

Droguería López, Pamplona, diciembre de 2019 Entras aquí y sientes que puedes morir tranquilo. Lo digo en serio. Me pasó la ultima vez que compré crema para limpiar la chapa de la “económica”. Le pregunté al dependiente, uno que me pareció haberlo visto en la película “El perfume”, y me la trajo de un viejo almacén que olía a todos los olores del mundo. Ese mismo día andaba buscando una crema para quitar manchas de boli y un raticida de los de antes, y un poco de cera virgen para limpiar un mueble antiguo   que tengo y también una brocha de afeitar. A todo esto, el vendedor que me pareció haberlo visto   en “El perfume” me preguntó si no me hacía falta algo para las polillas. Me dijo que era importante puesto que las estrellas son agujeritos que las polillas le hacen a la noche para que por esos agujeros se cuele el día. Así que me llevé un poco de antipolilla también. Y todo esto me lo fue poniendo el vendedor en un viejo mostrador de madera mientras anotaba e