Droguería López, Pamplona, diciembre de 2019 |
Entras aquí y sientes que puedes morir tranquilo. Lo digo en serio. Me pasó la ultima vez que compré crema para limpiar la chapa de la “económica”. Le pregunté al dependiente, uno que me pareció haberlo visto en la película “El perfume”, y me la trajo de un viejo almacén que olía a todos los olores del mundo. Ese mismo día andaba buscando una crema para quitar manchas de boli y un raticida de los de antes, y un poco de cera virgen para limpiar un mueble antiguo que tengo y también una brocha de afeitar. A todo esto, el vendedor que me pareció haberlo visto en “El perfume” me preguntó si no me hacía falta algo para las polillas. Me dijo que era importante puesto que las estrellas son agujeritos que las polillas le hacen a la noche para que por esos agujeros se cuele el día. Así que me llevé un poco de antipolilla también. Y todo esto me lo fue poniendo el vendedor en un viejo mostrador de madera mientras anotaba el precio de cada cosa en papel de estraza. A mi lado una mujer de toda la vida de Pamplona compró dos metros de hule y laca a granel. Pensé entonces en una frase que oí y no me acuerdo dónde: “Toda buena historia que se precie de tal debería concluir siempre con el fin del mundo” . Y pensé que aquí, en la droguería López, se podría acabar el mundo. Y morir tranquilo. En medio de un olor a santidad.
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