Quise participar de este homenaje porque muchas cosas me unieron a Silvia. Pero en ocasiones he pensado que hubiera preferido no hacerlo. Como si ante su ausencia padeciera el “ síndrome de Bartleby ” ese síndrome acuñado por el personaje de un cuento memorable de Melville -el oscuro escribiente que jamás hace nada y que, ante cualquier petición, responde “preferiría no hacerlo”. No hacerlo por ocupar un lugar indebido, por miedo al vacío, o por no estar a la altura. Porque hay palabras que se vuelven insuficientes ante la ultima cita. Porque Silvia fue y sigue siendo exigente hasta más allá de su muerte. Alguien me dijo una vez que los cuerpos cuando mueren pierden 21 gramos y que este es el peso que se le atribuye al alma en fuga. Pues bien, esos 21 gramos son los que más me han vigilado en las últimas horas antes de redactar esto. Silvia tenía 31 años cuando la conocí. De eso hace ya bastantes años. Y me pareció una de esas mujeres sin edad que a lo largo de su v
El blog de Paco Roda