Este fin de semana en Pamplona, unas jornadas han abordado un debate incómodo. Qué hacer con el Monumento a los Caídos, un edificio que se levantó en honor de los vencedores de una guerra bastarda. Un asunto en el que es difícil ser imparcial. Porque serlo sería una traición a la verdad. En juego hay restos de sangre, memoria, emoción, duelo, dolor, dignidad, traición y más. Tanto, que no caben en esta columna. No tengo la memoria familiar ensangrentada. Pero conozco a gente con una retahíla de familiares fusilados cuyas almas todavía aúllan en las entrañas de la tierra. Siguen desaparecidos mientras nos entretenemos en buscar el sentido, uso o continuidad de un edificio levantado en honor de una sola sangre. Y encontrarlos quizás fuera lo prioritario, más allá de este necesario debate. Pero puestos a pensar, creo que este asunto no puede resultar amable para nadie. Ni resolverse con la prisa pisándote los talones. Ni hacer las cosas por si acaso. Y sa
El blog de Paco Roda