Uno tiene larga intimidad con la
duda. Fruto de lo que le ronda y no le
cuadra. Y es que no es fácil cuestionar la próxima Gran Recogida organizada por
el Banco de Alimentos de Navarra. Porque pareciera que uno está en contra de la
solidaridad, de la buena fe y mejor voluntad de los mil voluntarios y abanderados
contra el hambre en Navarra. Pues no. Les cuento. Yo no dudo de la buena fe de
nadie, ocupe el cargo que ocupe, dentro del BAN. Lo que cuestiono es la
gestión, la estrategia, la actividad en sí. Porque esta iniciativa, como otras
en España, responde a una nueva beneficencia socializada como valor. Un valor
que apela a la buena voluntad privada pero que no cuestiona el núcleo duro de
la pobreza social. Que potencia la caridad sin cuestionarse la desigualdad y
menos la justicia distributiva. Aunque se diga. Que no nos moviliza más allá
del supermercado. Ni siquiera a los voluntarios, convertidos en empaquetadores
o transportistas. Que no genera redes de solidaridad activa y movilización
colectiva. Que no cuestiona que detrás de ese kilo de arroz o de aceite, están
los grandes productores de desigualdad mundial. Que nos hace ajenos a ellos, los
necesitados, como si no fueran parte del nosotros.
Y es que estas iniciativas relegan a los
necesitados a meros receptores de donaciones. Al caritativismo estigmatizante que
culpabiliza a un sujeto empobrecido generando una gran desmotivación y mayor desmovilización.
Por si fuera poco, la recogida de alimentos es un gran negocio para las grandes
superficies vía deducciones fiscales. Porque yo compro de más y con ello genero
más beneficio. Pero yo no lo dono, lo dona la gran superficie. Y esa es la que
gana con mi kilo de más vendido y con la
deducción fiscal de mi solidaridad privada convertida en negocio. Así es la
nueva gestión neoliberal de la pobreza.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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