Richard Ford escribió en 1988 "My Mother", editado en castellano por Anagrama en 2010 con el título de "Mi madre". En setenta y nueve páginas le dice adiós a la mujer que le dio a luz. Esa despedida me conmovió y perturbó cuando lo leí en su día. Lo he vuelto a leer estos días porque yo también tengo madre y no se cómo decirle adios. Pero sé que pronto tendré que ponerme a la faena. Y por eso Ford me está echando una mano.
Un amigo que, para más señas es psiquiatra, suele ser duro y contundente con los apegos, los vínculos y demás construcciones alrededor de las dependencias personales y emocionales que nos montamos con los seres queridos y no queridos. Dice que nos vinculamos mucho, en exceso. Y eso trae malas cosechas. El dice que es una falta de repris personal. Lo entiendo pero no logro "separarme"" de mi madre. Me pasa lo que a Ford. E imagino que me pasa como a millones de apegados a la madre. ¿Cuestión de edad, dignidad y gobierno? Yo qué sé. Solo sé que me gustaría poder escribirle a mi madre unas ochenta páginas como las que Ford le dedicó a la suya. Lo que ya no tengo tan claro es poder afirmar como lo hace Ford "Nosotros - mi madre y yo- nunca estuvimos unidos por la culpa o la verguenza, ni siquiera por el deder. El amor lo cubría todo" Léanlo solo por el placer de encontrarse sumergidos a mitad de camino de una edad interminable.
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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