A la misma hora en que Pedro Sánchez, líder del PSOE, se reunía en Sao Paulo con el ex presidente Lula para recordar que el mundo, todavía podía girar a la izquierda, en Barañáin, sus compañeros de partido se empeñaban justo en lo contrario. Pedro Sánchez se había enterado de que esos camaradas habían votado en contra de una moción presentada en el tercer Ayuntamiento de Navarra, en la que se solicitaba solidaridad con Faurecia, empresa amenazada por el despido de casi doscientos trabajadores. Y no entendía, porque según él sabía, el grupo socialista en el parlamento navarro si había apoyado a esos trabajadores.
Muy enfadado, Pedro Sánchez, llamó a sus compañeros y les dijo que mientras él trataba de volver a sembrar el campo yermo de ilusiones que había cosechado el socialismo navarro en esta tierra, ellos seguían empeñados en mantenerlo en barbecho. Pedro no entendía cómo el socialismo navarro, cuya reformulación se anunciaba a bombo y platillo, se ponía en contra de un grupo de trabajadores y por defecto, le hacía la ola al capitalismo más bastardo desde la equidistancia indolente.
Pedro Sánchez les recordó que cada gesto y cada palabra cuentan. Porque la Historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás. Y si el socialismo navarro quería recuperarse, ellos, con su extraviada conciencia de clase, limitaban su capacidad de recuperación. Porque si en esa localidad se sentaban, un día sí y otro también, a la derecha de los conservadores de UPN, quizás debieran pensarse dos veces en qué creían, para qué estaban allí y a quién servían.
Pedro finalmente les recordó una frase de Marx, a quien ellos reconocieron desconocer: “sois socialistas, no para amar en silencio vuestras ideas ni para recrearos en su grandeza, sino para llevarlas a todas partes”. Acto seguido colgó.
Posdata: La frase que le atribuyo a Marx, no es de él, sino de Pablo Iglesias, fundador de la UGT. Gracias a Jose Mari Asín que se fijó en ello y me tiró de las orejas.
A ver si se disuelven estos nobles monárquicos
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