No hay en estos momentos en el reino de España grupo de música alguno que ponga contra las cuerdas al sistema de corrupción y de excepción social en que nos encontramos. La gran mayoría responden a un esquema de creación recargado de melosidades divagantes, herederos del posmodernismo blando, amable y bobalicón, cuando no tardoadictos de la posmovida claudicante madrileña. Algunas excepciones silenciadas me consta que hay. Pero no llegan al nivel de este grupo. Y tal y como dice la propaganda del presente libro: ¿Puede la música sacudir los cimientos de nuestra conciencia y de nuestro sistema? Sólo en circunstancias muy especiales. Tal vez cada generación asista a momentos únicos como éste, que conmueven e indignan a una sociedad entera. Con sus valientes acciones, Pussy Riot ha despertado de su largo letargo a la Rusia sometida al yugo de un régimen totalitario. Mientras, aquí seguimos la espera de esos dinamiteros de la conciencia a través del oído y la música.
No hay en estos momentos en el reino de España grupo de música alguno que ponga contra las cuerdas al sistema de corrupción y de excepción social en que nos encontramos. La gran mayoría responden a un esquema de creación recargado de melosidades divagantes, herederos del posmodernismo blando, amable y bobalicón, cuando no tardoadictos de la posmovida claudicante madrileña. Algunas excepciones silenciadas me consta que hay. Pero no llegan al nivel de este grupo. Y tal y como dice la propaganda del presente libro: ¿Puede la música sacudir los cimientos de nuestra conciencia y de nuestro sistema? Sólo en circunstancias muy especiales. Tal vez cada generación asista a momentos únicos como éste, que conmueven e indignan a una sociedad entera. Con sus valientes acciones, Pussy Riot ha despertado de su largo letargo a la Rusia sometida al yugo de un régimen totalitario. Mientras, aquí seguimos la espera de esos dinamiteros de la conciencia a través del oído y la música.
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