Hay días que usted podría
dedicarse al estudio de la genealogía de fanatismo, o a la exégesis de la decadencia. Todo ello dirigido por una banda
de ángeles reaccionarios al dictado de un funcionario del infierno. Esto se me ha pasado por la cabeza hoy al ver el Telediario de la 1, la TVE pública
española. Tres noticias han ocupado gran parte de la información: el juicio de
Bretón, ese psicópata de mirada vuelta del revés, como buscando una cruz
inclinada; el concurso de Masterchef, una especie de exaltación gastronómica que descarga
sudoraciones sensoriales sobre un país que ha dejado de comer como dios manda por
culpa de la crisis. Y por ultimo, la noticia sobre el violador del Eixample, que ha quedado
libre bajo vigilancia policial y con castración química incluida. Tres noticias
que echan la manta sobre la realidad para
que no se vea el fondo de saco de un país
en el que nos enfrentamos a la mediocridad del día, como un hartazgo de
problemas indoloros. TVE nos ayuda como no lo haría cualquier fantasma de la
noche.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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