Ayer, en París, sobre las ruinas de un imponente escenario, Chanel, desplegó todo su fulgor. Como un látigo desafiante contra la perennidad de esta crisis transgresora de voluntades y deseos. Karl Lagerfeld, al frente de Chanel desde hace 30 años, se empleo a fondo, como el hijo bastardo de la realidad impostora que es. ¿Qué debemos hacer en momentos tan deprimentes, cuando los sueños parecen desvanecerse? Nada. Dejarse seducir por la estética de la desdicha. Chanel quiso demostrar ayer que este mundo se acaba en pos de otro nuevo. Y echó manos de la miseria, el caos, las ruinas empobrecidas de cualquier ciudad aducida por la codicia y la perversidad del tiempo presente. Y convirtió la miseria en un autentico lujo. Porque este carnaval se presta ya a ser conjugado desprovisto de máscaras.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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