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Alta costura entre ruinas

Ayer, en París, sobre las ruinas de un imponente escenario, Chanel, desplegó todo su fulgor. Como un látigo desafiante contra la perennidad de esta crisis transgresora de voluntades y deseos.  Karl Lagerfeld, al frente de Chanel desde hace 30 años, se empleo a fondo, como el hijo bastardo de la realidad impostora que es. ¿Qué debemos hacer  en momentos tan deprimentes, cuando los sueños parecen desvanecerse?  Nada. Dejarse seducir por la estética de la desdicha. Chanel quiso demostrar ayer que este mundo se acaba en pos de otro nuevo. Y echó manos de la miseria, el caos, las ruinas empobrecidas de cualquier ciudad aducida por la codicia y la perversidad del tiempo presente. Y convirtió la miseria en un autentico lujo. Porque este carnaval se presta ya a ser conjugado desprovisto de máscaras.  



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