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Mostrando entradas de abril, 2017

Zona de confort

Sé que lo que sigue quizás escueza. Pero esta columna no se levanta cada lunes para hacer amigos. Ni para navegar siempre a barlovento. Verán, en medio de tanta festivalización de la política del cambio, de tanta exaltación del buenrrollismo, echo en falta la disidencia, la protesta, la manifestación,   la movilización. Gestos de una época que movían los   latidos de esta ciudad pionera en resistencias. Sin embargo, hoy hay una inflación de entidades, colectivos, asociaciones y grupos que gesticulan de manera similar, que se mueven en la misma dirección resultando inofensivos para las agendas políticas oficiales.   Solo el movimiento okupa juega a la contra y crea contradicciones. Y es que pareciera que   el virus del mucipalismo participado hubiera desactivado lo que en tiempos fue arte y parte de esta Iruña disidente. Como si los movimientos y asociaciones vecinales, los colectivos, los grupos de presión, hubieran olvidado la protesta y la crítica radical   acomodándose en

Procesión

Me pasé por varios bancos y cajas de ahorros de la ciudad para solicitar la apertura de una cuenta corriente. No llevaba buen aspecto, cierto. Aquella noche dormí en un cajero. Lo hice para comprobar si era verdad que por la noche el dinero se movía en busca de las alcantarillas. Comprobé no solo eso, sino que el dinero viajaba buscando agujeros negros. Se decía que en las tinieblas se reproducía en forma de hipotecas asesinas y comisiones que te seccionaban la yugular. Pero a lo que iba. Me presenté en la primera entidad. El empleado me observó y sentí que me radiografiaba con una elegante tristeza. Le debí parecer el retal de un desasosiego. Pero me atendió correctamente. Me preguntó por mis ingresos. Le dije que cobraba la Renta Garantizada. Me preguntó entonces por los movimientos que solía hacer, domiciliaciones y demás. Le dije que el único movimiento que realizaba a diario era ir a la oficina del paro. Y que de domiciliaciones andaba mal porque ni yo tenía d

¿Cómo será la vida cotidiana sin ETA?

AFP/Getty Images Nota: Este artículo  se publicó en abril de 2007 en diversos medios. Justo hace diez años. Han pasado diez años para llegar al desarme al que asistimos ayer 8 de abril en Baiona. Que la historia juzgue y nos juzgue.  ¿A que se lo han preguntado alguna vez? Y, seguro que se han encontrado con un enigma suspendido en la nada. Tal vez porque hemos   interiorizado   la   inestable fluctuación de su destino.   O porque   todos los mecanismos racionales nos han fallado para buscar una lógica a su supervivencia. Uno cree que ETA ha sodomizado la razón. Que ya es jodido en estos tiempos de barbecho argumental. Porque   más   allá de la tensión política, más allá de haber fagocitado todo intento de disidencia sociopolítica,   ha provocado un allanamiento cotidiano de la existencia. Que es una sumisión más sublime. Pero hubo un tiempo en que ETA estaba ubicada en otro imaginario, en otro espacio   más ajeno a nuestras vidas. En otros territorios a los que nunca conc

Eutanasia social

El Roto ETA ha muerto. Incluso antes de anunciar su defunción. Pero con la casquería de sus restos, algunos fiscales y no pocos políticos preparan barbacoas para seguir comiendo caliente del pecado que condenan. ETA, digámoslo alto y claro, ya no es rentable para nadie.   Pero con sus cenizas muchos psicópatas de misa diaria y despacho oficial trafican buscando su resurrección. O eso pareciera. ETA   fue durante años el principal activo penal de un negocio redondo cuyas acciones cotizaban en el mercado del dolor y la sangre. Con ella y contra ella las   urnas se llenaron de víctimas y también de un cinismo bastardo. Pero ahora, su   desaparición deja en evidencia a   muchos que se alegraban viendo trabajar a los enterradores.   Y ya es jodido decir esto. Porque uno   sabe a lo que se expone. El desarme de ETA   ha pillado en renuncio   a muchos   funcionarios de infierno.   A esos espíritus agrietados   a los que ni Dios podría salvar aunque se pusieran de rodilla