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Huesos y piedras


En aquel solar aún resuenan las proclamas de una clase obrera que se sintió imbatible. Allí se troquelaron sindicalistas de raza, obreras de acero y proletarios que creyeron posible cambiar el mundo. Allí se levantaron las barricadas de una época que hizo de Navarra una cantera de utopías. Pero hoy, en la vieja fábrica de Súper Ser se escuchan otros latidos. Allí reposan, poca gente lo sabe, los vestigios más antiguos de nuestra prehistoria. Miles de objetos recuperados de entre los agujeros de la historia juegan al escondite con el tiempo:  utensilios de caza, adornos, vestidos, lanzas, collares, anillos, tumbas, estelas, mosaicos, abalorios, arcos, flechas, monedas, dientes, herramientas de sílex, miliarios, esqueletos y hasta las almas de nuestros ancestros pululan por este almacén que, desde 1996 se conoce como los fondos de Arqueología de Navarra. Y están ahí, donde Ikea, esa multinacional del bricolaje estético low cost, quiere instalarse. Eso se dice. Si así fuera, esos miles de objetos deberían encontrar un mejor retiro.

Les propongo lo siguiente. Ya que no sabemos qué hacer con el nonato Reyno de Navarra Arena, ese faraónico proyecto digno de cualquier dictador megalómano que costó 60 millones de euros; por qué no lo convertimos en el gran Museo Arqueológico de Navarra. No solo podría ser un lugar mucho más digno para ubicar y visualizar ese patrimonio absolutamente desconocido por el gran público, sino también una oportunidad para agrupar todas las colecciones museísticas repartidas por los numerosos lugares por donde la memoria de esta tierra se pierde reclamando cierta unidad narrativa. Y sí, puede que escriba al dictado emocionado del instante.  Y que el Navarra Arena esté empantanado en un bucle ciego. Pero tanto hueso y tanta piedra reclaman templos y altares más dignos.
Artículo publicado el 27 de marzo en Noticias de Navarra

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