Foto EFE |
Te veo desde este lado del tiempo, el tiempo muerto que tu vives a diario. Y me conmueve hasta el extremo de encontrar una lágrima helada carcomiéndome el alma, insensible a costa de tanta muerte. Y te veo casi como si fueras mi hija. Y no encuentro razón alguna para no levantarme en armas. Y empezar a disparar ya. Contra el cielo, el infierno y ese rincón donde se fragua tu sufrimiento. Y me digo a mi mismo por qué no lo hago. Por qué no me alejo de tanta razón, explicación y tanta intimidad con el sentido común de esta Europa envilecida. Te veo, te he visto y no he podido contenerme. A mi alrededor miles de corazones mueren de daltonismo y tu sonrisa me duele como el llanto de un demonio en vela. Quisiera hacer algo pero me digo a mi mismo que este deseo está contaminado de satisfacción. Que tengo ese extraño privilegio de conmoverme viéndote. Y me duele, como el llanto de un demonio a punto de sonreír a la muerte.
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