Llega el verano. Ya las
chicharras cantan hasta el anochecer y todos
buscamos cualquier excusa para ralentizar nuestras neuronas. Incluso
esta ciudad baja su ritmo de confrontación y se prepara para esa fusión entre
la resistencia y el desorden que culmina en un relámpago que sólo descarga
alcohol. Quisiera irme tranquilo, al
compás de un tiempo parado, de un ritmo cadencioso impuesto por los vermúes de
media mañana, las gambas al ajillo y un sol de justicia abrasándome los sesos. Pero este tiempo laxo de
pensamiento débil y realismo sucio es implacable. Así que, durante el estío,
los asesinos seguirán limpiando la sangre del cuchillo con su propia saliva,
los estafadores tramitarán su
declaración de la renta con un saldo negativo, los cursos de verano versarán
sobre la excelencia del codillo de cerdo, David Bisbal compondrá canciones para
ser escuchadas en el depósito de cadáveres, algún periodista sin escrúpulos ganará un prestigioso premio literario, el
telediario emitirá la ejecución de un disminuido psíquico en horas de máxima audiencia, Jehová sulfatará de
nuevo los campos palestinos con
versículos cargados de metralla y los tiburones de secano enseñarán sus
blanquísimos dientes en busca de su ración diaria de corrupción. Mientras esto
ocurre, los grillos entonarán sus salmos con gran sonoridad y el mundo seguirá vomitando desgracias que, ya ni siguieran
ocupan media columna en los periódicos. Y es que, esta sociedad está a salvo
gracias a una legión de guardaespaldas que vigilan los sótanos y los despachos
de las grandes corporaciones para imponer la filosofía del mastín.
No obstante, nada impedirá que
el verano sea como debe ser. Una estación para la pereza. Por eso, pese a todo,
ahora están madurando los tomates, en el pecho de algunas muchachas se ha
producido un grandioso fogonazo que no desean apagar, algunos profetas, a la
sombra de la resistencia, todavía inventan una nueva utopía y algunas personas
sensatas han decidido tirar su televisor a la basura. Es verano, y por muy desdichado que te sientas, tú
inicias el movimiento del mundo cada vez que te despiertas.
Posdata: este artículo se escribió la noche de san Juan de 2004 y se publicó en Diario de Noticias dos días después. No cambiaría una sola palabra, excepto que David Bisbal ya no es aquel rizos de oro y que este verano la canción del estío está por ser cantada.
Comentarios
Publicar un comentario