La herencia del partido de la candidata apestaba. Y lo peor es que no era biodegradable. Así que decidió pasarlo por el túnel de lavado y jurar ante la tumba de Pablo Iglesias “el viejo”, liderar el cambio en Navarra. Se citó con un notario de la calle Arrieta y firmó un documento en el que se recogía que no pactaría con UPN un nuevo gobierno de colaboración.
El 24 de mayo los socialistas obtuvieron 6 escaños, UPN 14, el PP 3 y Ciudadanos 3. Entre todos sumaban 26 parlamentarios. Es decir, mayoría simple. El PSN facilitó, apoyando a UPN, el nuevo gobierno de la Comunidad.
Preguntada la candidata por esta deslealtad, respondió: yo juré no pactar, pero jamás no facilitar un gobierno estable en el caso de que UPN prometiera regenerarse; además, esta alianza no es mala, de hecho el pacto es mejor que la inestabilidad institucional. Además, no incumplí mi palabra, porque la palabra dada no incluía rechazar el interés por Navarra. Por eso, este pacto facilita la cohesión política en nuestra comunidad. Y eso no se excluía en el compromiso. De hecho, es mejor este pacto puesto que evita nuevas elecciones. Además, es peor no llegar acuerdos, ello genera mayor descontento entre la ciudadanía. Por tanto, pactar con UPN es bueno en la medida que no hacerlo nos convertiría en irresponsables ante la ciudadanía. Y el pacto permite la ausencia de nuevos conflictos políticos lo que asegura la recuperación económica. Ojalá que no me hubiese visto abocada a este pacto, pero la responsabilidad me obligó a ello. Por tanto, lo que firmé coincide con el cambió que prometí liderar.
Antes de hacer estas declaraciones, la candidata visitó al Dr. Freud en su consulta de Viena quien se sirvió del encuentro para explicar la extraña lógica de los sueños y la enumeración de respuestas excluyentes ante un reproche
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