El otro día tuve la suerte de ver y escuchar a Lluís Llach.
Como siempre, cada concierto suyo explota como una carga de profundidad
generando una corriente de sonidos rebeldes contra este perro mundo. Pero,
lejos de conmover desde la melancolía o la amargura, la belleza de sus letras y
la ternura de su voz, apaciguan los ánimos para inyectarnos dosis de utopías
renovadas. Al finalizar el recital tuvimos más suerte aún porque pudimos
debatir con él esas pequeñas cosas de la vida que tanto gustan.
Entre todas las cuestiones que mencionó, hubo una que me
llamó la atención. Todo el mundo sabe de la militancia izquierdista y
nacionalista de Llach. Pues bien, al parecer el PP ve peligrar su hegemonía y hará
todo cuanto esté en su mano para corregir el rumbo de su irremediable pérdida
de credibilidad política. El creía que, tanto en Euskalerria, como Cataluña,
Aznar se empleará a fondo en un combate a muerte por el poder. Eso me hizo
pensar que quizá, alentado por su jefe político Bush, este hombre acomplejado
ensaye nuevos experimentos que provoquen el encabronamiento, la desconfianza y
el enfrentamiento generalizado. Aznar el Soberbio no dudará en descargar sobre
este país y sobre su particular eje del mal, toda la basura mediática que sea
capaz de digerir la ciudadanía más voluble a la arenga y al pesebrismo
político. Todo un juego diabólico para conseguir que la mayoría vuelva su
mirada hacia esa cara de hiena malparida.
Para ello, Aznar utilizará cuantos medios considere
oportunos: Prensa, extorsiones, mentiras, presiones, manejos de la legalidad y
cuantas perrerías se le crucen por esa alma que sólo encuentra satisfacción en
la metafísica de los himnos marianos y militares. Su jefe de campaña americana
le pondrá en bandeja el último dossier de buenas prácticas elaborado tras su
elegante y sobrecogedora victoria militar sobre un régimen de pacotilla
dirigido por un dictador miserable y apoyado por un pueblo sumiso, pero sobre
todo empobrecido. Aznar aprovechará esa lección ensangrentada de la historia
como un cobarde que nunca ha pisado el campo de batalla. Como una huida hacia
delante. Ya ha quedado demostrado que la democracia de verdad y la legalidad,
también de verdad, han quedado enterradas en el cementerio de las definiciones.
Para que esto no me afecte volveré a oír Jocs.
Este artículo se publicó el 24 de abril de 2003 en Diario de Noticias de Navarra. Se tituló "Soberbia". Hoy Llach ha abandonado los escenarios pero se ha recluido más en sí mismo y nos ha regalado el último libro el cual me emociona más si cabe que sus conciertos: "Las mujeres de la principal", con el que Llach se confirma como un excelente novelista. Aznar ha vuelto sobre sí mismo reclamando venganza, esa dolencia interna que no le ha abandonado pese al paso del tiempo, que siempre nos amansa, a él no. Aznar está alentando nuevamente a los demonios para que se conviertan en aliados. Triangular a Rajoy, hoy su jefe oficial, que no real. Para real, él. Por otro lado, Rajoy repetirá ante las próximas elecciones, como Aznar, el esquema de todos los políticos que ven peligrar su pesebre: el miedo como arma de combate, el miedo, la mentira, la manipulación de la realidad cuando no su alteración bastarda, la soberbia infinita y la degeneración de un discurso cargado de intriga y perversión. Todo para que Podemos no pueda. O no pueda nadie excepto él. Como ven, han pasado once años, pero la corrupción degradante solo ha conseguido aumentar el nivel de putrefacción de un país en bancarrota, ética y moral. Y para que todo esto no me afecte más de lo justo y necesario impuesto por la obligación ciudadana y la responsabilidad social, volveré a oír "Jocs"
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