Hace tiempo que los obreros ya no enarbolan banderas
rojas, que los proletarios se exiliaron de la patria común. Tampoco los jóvenes
quieren ya reventar el mundo para inventar otro nuevo. Se conforman con
aguantar la explosión de la vida a lomos de una cabalgadura plateada con una
virgen pegada en la riñonada. Los intelectuales
pastan en los abrevaderos del Estado y los pobres se multiplican en las
escaleras de las instituciones sociales a la espera de una ración de futuro sin
esperanza. En los museos muchos monos
con revolver custodian obras de arte y algunos
hombres y mujeres que un día trataron de derrumbar los malecones del
viejo orden, hoy se han convertido en banqueros, parlamentarios o agregados de
alguna multinacional especializados en justificar este desorden mundial. Y es
que la revolución social se está haciendo a punta de navaja. La derecha farruca y crecida se nutre de nuevos Mesías ultrareligiosos y la izquierda sin destino, se recome las
tripas en el pozo oscuro de la impotencia. Es como si la realidad se hubiera
vuelto loca y una fatalidad recorriese los pilares de la historia. Porque hagas
lo que hagas nada va a cambiar. Ese es
el mensaje que escupen los guardianes del capital. Así que, no es de extrañar
que en medio de este panorama, Aznar le
diga a Ibarretxe que "plantear un
plan de secesión encima de mil muertos (por el terrorismo) es de las mayores
barbaridades que se conocen". Esa salvajada ideológica solo puede proceder
de una mente villanizada y de muy baja calaña que, no sólo desea que las cosas no se arreglen, sino que
en lo más profundo de sí mismo desea que sigan muriendo inocentes para seguir
rentabilizando su ego personal. Pero nadie
dice nada. Digo nada contundente. No sólo se ha globalizado la explotación y la
codicia, parece que también la ceguera. Cada día millones de personas encienden
un televisor que vomita toneladas de basura mediática para justificar el
gobierno de unos tipos impresentables.
Parece que hubiéramos hecho un pacto con la corrupción, la perversidad, la
inmundicia, la violencia, la injusticia y la mediocridad más absoluta para
justificar este estado de cosas. Y, sin embargo, nunca ha habido tantas razones
para discrepar de esta jodida realidad. Porque nunca la justicia, la salud, el
empleo, la educación o la vivienda, por
ejemplo, han estado peor repartidas. Y
todo este silencio de los corderos a cambio de un aparente bienestar económico. Al pie de este baluarte construido sobre un
jeroglífico de incertidumbres, solo
queda resistir.
Posdata: Este artículo se escribió en Diario de Noticias de Navarra en febrero de 2002. Quizás lo único que desentona hoy en dicho artículo es esa frase que aparece al final que dice "a cambio de un aparente bienestar económico". Y es que estábamos en plena euforia perpetua, en el subidón del ladrillo, y eso se notaba. Aparentemente. Otra cuestión es que el ladrillo no se repartiera entre todos. Rajoy ha sustituido a Aznar y donde pone Ibarretxe se puede poner Mas. Y donde pone mil muertos se puede poner traición a España o el derecho de todos los españoles a decidir el futuro de Catalunya o en Catalunya hay más catalanes que independentistas. Qué más da. Traficar con el miedo forma parte de la gestión política de los gobiernos. Por lo demás, ustedes mismos: corrupción, mediocridad y mentiras al por mayor. Así que podría finalizar con el mismo estribillo. Solo quedar resistir. Y algo más.
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