Caminaba por la nueva avenida Carlos Inditex y entré en el edificio de la antigua Can. Observé que su decoración art déco simulaba un gran cuarto de estar, así que me senté en una butaca de estilo para ver cómo la gente operaba con su dinero, un gesto lleno de misterio. Percibí que nadie manejaba ya billetes. Aquello no parecía un banco, sino un consultorio sentimental. Enseguida caí en un profundo sueño. Entraba por una puerta giratoria situada en los bajos del edificio que desembocaba en una sala muy iluminada donde se proyectaba la película Los intocables de Elliot Ness. Allí estaban sentados algunos directores de la antigua Caja junto a miembros del consejo de administración. También estaban algunos políticos y cuatro tiburones financieros de sociedades con intereses por tierra, mar y aire en Navarra. Hablaban en un lenguaje de signos que yo interpreté como un baile de cifras que iban y venían de una cuenta a otra. Encima de la mesa, que más bien parecía un tablero de juego, distinguí sobres lacrados y grandes cantidades de dinero.
En un momento determinado, un cura con clergyman entró en la sala y bendijo aquella timba foral entonando salmos de Isaías mientras ellos brindaban con patxarán La Navarra. Todos los asistentes recogieron entonces sus sobres y salieron. Fuera hacía frío. De las alcantarillas de la avenida surgió un desfile de mendigos, algunos leían el Ulises de Joyce. Les increparon. Entonces ellos repartieron algunos euros mientras un fotógrafo afamado inmortalizaba el momento. Me desperté entonces en otra sala donde una comisión de investigación interrogaba al último director de la antigua Caja. Alguien dijo: cuando la hipocresía es de muy mala calidad, hay que buscar la verdad, a lo que el exdirector respondió con una peineta.
http://www.noticiasdenavarra.com/2015/01/26/opinion/columnistas/a-pie-de-obra/los-comisionados-de-la-can
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