Ir al contenido principal

Solidaridad sí, pero no así


El pasado sábado 29 de noviembre tuvo lugar en toda España una gran recogida de alimentos. Miles de voluntarios, sin duda de muy buena fe,  participaron en una gincana de solidaridad sin precedentes. Algo a lo que estamos ya acostumbrados desde que la pobreza amenaza  a casi doce millones de personas al borde de la pobreza en el reino de España.  
Resulta bochornoso que hayamos llegado a esto mientras las estructuras del Estado del Bienestar miran para otro lado. Peor aún. No miran porque hace tiempo confiaron la salvación de la gente a la voluntariedad, la autogestión y la autogobernanza de uno mismo o de los demás. Y más: no miran porque el contrato social se ha roto, los derechos de ciudadanía se han cancelado y los derechos sociales van camino de una defunción asegurada. 
La solidaridad está muy bien, es un valor a proteger, pero la solidaridad desplegada en esa jornada, siendo loable, no es la mejor ni la más adecuada  Porque esa solidaridad es entre iguales, es horizontal. La autentica solidaridad es la vertical, la que viene dada por la redistribución de la riqueza de quienes más tienen hacia lo que menos tienen. La que viene de arriba y llega hasta abajo. Y eso es lo que corresponde a los estados sociales con fuerte componente igualitario. 
Ser solidarios está bien. Hacer el papel que le corresponde al Estado Social es asumir una responsabilidad que no toca. Hacerlo así envuelve la solidaridad horizontal en un bucle peligroso que paraliza las políticas sociales que corresponden a un Estado al que se le supone un mínimo de responsabilidad con  su ciudadanía más necesitada. Ser solidarios, sí, pero  nunca para sustituir  funciones sociales. Y menos aún asumirlas como componente fundamental de responsabilidad personal. Porque la caridad social está sustituyendo al Estado Social en bancarrota.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...

Vila-Matas no invita a la lógica

Vila-Matas es un tipo desconcertante. Pretende desaparecer, hacerse invisible, pero no lo consigue. y mira que ha insistido en ello. Pero lejos de ello, se hace más presente. Y  es que  esa desaparición pasa por la propia transformación de su mundo literario. Por el vaciado de su propia materia prima textual. VM ha iniciado, creo,   la última parte de su carrera de fondo  literaria con su ultima aportación. Y espero que tenga su recompensa. Para algunos críticos, VM es un escritor escorado a ninguna parte, excepto hacia su propio mundo interior, eso sí,  sin llegar a ser un pedante del lirismo estético individualista. Otros, alguno de mi provinciana ciudad sanferminera, le achacan de postmoderno colaboracionista de la fatuidad de la literatura sin compromiso. Nada más lejos después de leer su última novela. Si es que es novela. Tras la lectura de esta obra, me siento más vilamatiano que nunca. Por una razón muy simple. Este tipo me habla al oído, susurra c...

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorado...