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Sangre de parado


Fui a la oficina del paro para comprobar que efectivamente era del paro y no del empleo. Y así era. Todo el mundo estaba solidificado, como suspendido en el aire intentando dar un paso al frente. Aunque solo tenían delante una funcionaria educada que preguntaba cosas extrañas en un lenguaje ininteligible. Había oído que la multinacional farmacéutica Grifols, productora de hemoderivados, había hecho una propuesta a los parados de larga duración. Pregunté si era verdad que allí pagaban setenta euros semanales por encima del subsidio si donabas sangre. Me dijeron que sí con matices. Verás, me dijeron; Víctor Grifols, presidente de la farmacéutica, ha dicho que su empresa pagaría por las donaciones unos setenta euros semanales. Y eso sumado al paro sería una forma de vivir. Entendí entonces porqué la mayoría de los parados estaban en mangas de camisa dispuestos a la extracción de su sangre. Y comprendí también la razón del discurso penal que se está construyendo contra ellos. En aquella oficina ya no se hablaba de derechos laborales. Aquello se había convertido en un ejército de arrepentidos dada su incapacidad para el empleo. Y estaban dispuestos a redimir su culpa dejándose extraer trescientos mililitros de sangre a buen precio para compensar un subsidio de mierda. Y comprendí a Grifols; si no se pueden pagar las donaciones de sangre y necesitamos importarla, al menos incentivemos a quien la dona. Todo un ejercicio envenenado de altruismo capitalista. Eso liberaba al Estado Social y a Rajoy de sostener con dignidad un sistema de desempleo en bancarrota. Finalmente comprendí también que nuestra sangre ya no palpitaba, que ese mar interior solo era un yacimiento colmatado de dosis de desesperación. Pero muy rentable. Le dije a la funcionaria que anotara mi nombre.



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