Yo creo a la presidenta. Fíjense en el cambio de rictus de los últimos años; como si ya no sintiera nostalgia de la Edad de Oro. Pero no entiendo por qué ahora abandona la pole position foral. ¿Por qué no lo hizo en agosto? Permítame presidenta que le diga una cosa: hace unos meses, cuando dijo: “Si vosotros me dais la confianza, contad conmigo”, creo que también estaba cercada por su legítima intimidad. Pero entonces usted no sabía lo que sabe hoy. Ni intuía lo que intuye hoy. Ni había jugado la partida de ajedrez que ha jugado. Déjeme que las teorías de la conspiración se me disparen.
Es posible que el Navarrómetro, encuesta por conocerse, no le haga un buen favor, como tampoco al socialismo chivitista refundado. Tampoco es de extrañar que la reapertura del caso Banca Cívica ordenado por la Audiencia Nacional le ponga a usted contra las cuerdas. Y es posible que el think tank navarro: Enrique Goñi, Antonio Sarria (CEN) y Antonio Catalán, el navarro más rico de España, le hayan dicho, muy amablemente, que usted ya no garantiza los votos necesarios para seguir ganando, aunque sea por la mínima. Porque ese trío piensa que el pacto con el socialismo refundado es la única garantía de continuidad de un régimen pervertido, una vez que pase la ITV en el taller de Ferraz. Y tal vez, en su propio partido se esté organizando una revuelta palaciega. Porque usted ya no garantiza sus privilegios y puestos de guardar. Todo esto solo se arregla así: usted se va y deja que las nuevas caras de UPN y del socialismo remendado teatralicen un nuevo pacto de gobernabilidad. Ambos se necesitan para frenar a una izquierda diversa en ebullición. Solo usted sabe quién ha dado jaque a la reina. Díganoslo, por favor. Y de paso, quíteme de encima estas paranoias.
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