He aquí una reflexión fresca. Y también necesaria. ¿Es posible el discurso marxista en el ámbito de la montaña y de la escalada? ¿Es posible analizar la triada ocio-deporte-consumo y lo que genera éste en el contexto de las montañas, sean éstas altas o bajas? ¿Es posible una crítica al actual modelo deportivo en torno a las montañas? Pirineos, Alpes, Dolomitas, Himalaya se llenan de practicantes de un deporte que genera pasiones, dinero, pautas de consumo y actividad desenfrenada muy ligada a las pautas de turismo activo en nombre de un individualismo sin medida. Y también genera estrategias de sostenibilidad de necesaria reflexión. Ir a las montañas se ha convertido en una pauta inscrita en la agenda semanal de millones de personas del mundo occidental. Esta reflexión publicada en Le Monde Diplomatique (edición España, agosto de 2014) se sirve de la historia de la enigmática Edelweiss y su relación con las montañas suizas y sus habitantes, pero nos lleva a otro territorio, va directa a la vía de escalada, a la cara norte de cualquier montaña, pero sobre todo incide en la relación actual capitalista y de consumo que mantenemos con las montañas y su significado simbólico.
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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