Los socialistas están de funeral, en Madrid, en Navarra, en Vascongadas. Es la crónica de un suicidio anunciado. En el único sitio que bailan por sevillanas es en Andalucía. El socialismo español y franquiciado, lleva tiempo en bancarrota, lleva tiempo cavando su propia tumba. Siendo colaboradores directos de su propio descalabro. Porque su oposición ha sido complaciente, benigna y de escaso contenido. Han sido incapaces de frenar a una ultraderecha crecida, han creído en la bondad de un capitalismo salvaje que ha acabado con ellos y sus escasos principios rectores. Tanto en Euskalherria, como en Cataluña, se abren las venas de una España a la deriva, sangrante, incapaz de creer más en una derecha que ya ha amortizado su salvaje recorrido por la crisis.
Podemos surge en el reino de España con fuerza como posible alternativa en medio de una izquierda llamada a reconvertirse y donde IU no debe frenar su posible colaboración. En las periferias, Bildu y Esquerra fuerzan un escenario muy complicado para la gestión de la pretendida indivisibilidad del reino por parte del PP, es decir, el PP no puede ignorar, aunque lo hará, estos dos fuertes vectores que alterarán el escenario político a medio plazo. No es que estas elecciones nos muestren la realidad política; no olvidemos que solo han votado algo más de cuatro personas de diez llamadas a hacerlo. Pero esto es una tendencia que anuncia un futuro que el PP no puede ignorar.
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