Eran las siete de la tarde de aquel 18 de abril de 2014, Viernes Santo. El cielo parecía abrirse en canal tras la tormenta. La luz era de un dorado penetrante y en el aire se respiraba ya el olor de una primavera avanzada. Los 230 presos de ETA que habían salido de las cárceles tras los diversos cumplimientos de condena desfilaban por el paseo de Sarasate de Pamplona en perfecta columna. En los ojos de algunos se podían leer ciertos salmos sagrados. Otros caminaban con el peso de la culpa cargando sobre su alma. El paseo estaba lleno de gente que los observaba. Unos con recelo, otros con curiosidad y los más con indiferencia. Portaban armas de diversos calibres selladas con cinta americana. Todos llevaban a la altura del corazón unas pegatinas con las palabras "perdón", "arrepentimiento" y "renuncio a ETA". El desfile se dirigió al kiosco de la plaza del Castillo, donde la prensa mundial se había concentrado. Al llegar a él, uno a uno fueron dejando sus armas que se amontonaron hasta formar una pira metálica. A continuación uno de los liberados subió al kiosco y con voz severa dijo: "En nombre de la organización ETA manifiesto su total y definitiva disolución, mostramos nuestro arrepentimiento personal y colectivo y pedimos sincero perdón a todas las víctimas causadas por nuestra violencia irracional". Se hizo un silencio que cortaba el aire perfumado de la tarde. El portavoz continuó: "Con esta entrega de las armas y la disolución irrevocable mostramos nuestro compromiso con la sociedad civil y los procesos políticos en marcha". Entonces, el portavoz bajó del estrado y uniéndose al resto del grupo entonaron a coro una canción traducida al euskera del grupo de rock cristiano Kutless (Oregón). Se trataba de una canción de arrepentimiento tomada del álbum Sea of faces. El publicó enmudeció. Al concluir la última estrofa la lluvia arreció y la banda se disolvió.
Al día siguiente los dirigentes de UPN y del PP censuraron duramente a los ya exetarras su acto, el cual tacharon de charlotada. Tanto Rajoy como la presidenta de Navarra exigieron de inmediato el ingreso en prisión de todos ellos, su procesamiento por desordenes públicos, desacato a la autoridad, exaltación de la violencia poética, exhibicionismo político y deshonor ético. No basta con el arrepentimiento, ni con la entrega de armas, ni con la disolución de ETA, dijeron. Lo único que nos satisface es su resurrección. Porque solo así podremos seguir comiendo caliente del pecado que condenamos.
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