Detroit, la ciudad abandonada |
Porque sus potentes letras "Besé el suelo, no más patadas/La pasma y la porra me han liberado", "Papá no permite nuevas ideas aquí/mira las noticias pero nos son muy claras" o "Conozco el árbol de los ahorcados en la calle Odio/Conozco el árbol de los ahorcados en la calle Odio", no interesaban a la industria discográfica de una ciudad, Detroit, que si bien había abolido la segregación y el racismo en la década de los cuarenta, cuando Sixto era un crío de pocos años, todavía estaba sometida a un gran conflicto de clases. En los sesenta, escuadrones de policía iban de cacería por los bares que frecuentaba Sixto: arrestar prostitutas y gente negra era el deporte policial. En 1967, cuando Sixto comenzaba su carrera, la ira y la desesperación de la clase obrera de Detroit, una ciudad que había fabricado casi la tercera parte del material de guerra de los USA, era incontenible. Y el resultado no pudo ser más sangriento, 43 muertos, 467 heridos y casi 7.200 arrestos con más de 2000 edificios destrozados. Aquí creció la música de Sixto, el chicano de la voz de oro, una música incómoda para un sistema político devastador.
Y sin embargo, triunfó con el régimen de Apartheid surafricano. ¿Por qué? Porque, según D. Raventós, Suráfrica, en los primeros setenta era un remanso en el que la noción "antisistema" apenas existía. Sus fans, los de Sixto, no eran negros aplastados, sino jovenes blancos que habían sido reclutados a la fuerza para sostener el sistema. Y Sixto era un héroe del rock parecido a Dylan, Neil Young o Leonard Cohen, pero sus letras, sus letras, eran mucho más subversivas. Y eso las convirtió en melodías rabiosas.
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