ESTE querubín de ojos marinos y doble fondo moral, se hizo un hueco en el infierno el mismo día que quiso ascender a los cielos al casarse con una infanta a la que había enamorado por sus hábiles juegos de manos con un minúsculo balón. Desde ese día, el fornido muchachón esculpido por Praxíteles, con cara de no haber roto nunca un plato e icono de toda suegra con aspiraciones, inició una loca carrera en busca de su propia destrucción. Ese día, cuatro de octubre de 1997, festividad de san Francisco de Asís, patrón de los indigentes y pordioseros, este fetiche atlético y poco más, pegó un braguetazo muy similar al que dio Jesús Aguirre, extonsurado y posterior duque de Alba, al emparentar con la realeza. Por entonces se comentó que había sido un braguetazo a la altura del Everest.
Nadie sabe, excepto él mismo, cuándo perdió la virginidad asceta que durante años hizo de él un deportista de élite. Un personaje del colorín al que el Hola le hacía la ola día sí, día también. Ahora, años después de haber ajado su cuerpo y su alma entre los desagües de la corrupción amparado en una entidad fantasma cuyo nombre es una chapuza gramatical, pretende hacerse pasar por aquel ingrávido ángel azul que un día extendió sus alas sobre palacios y cancillerías. Hoy, tras esa mirada buscando clemencia como el cordero de Abraham, se adivina un avaro codicioso incapaz de controlar su incontinencia por la acumulación desmedida. Alguien que un día decidió no mancharse más las manos con la realidad y meter sus ambiciones por el ojo de una aguja
Urdangarin, el hermoso Ícaro señalado por los dioses, lo tenía todo. Hasta una familia real, no como la de los demás, que a fuerza de estar a pie de obra han acabado absorbidas por la explotación inmobiliaria. Y nadie sabe qué ha podido ocurrirle a este hombre para desear, no la mujer de su prójimo, sino todo lo que huela a prójimo. Ahora mismo, en este instante me gustaría saber qué tormentosas ideas pueblan la cabeza de este héroe ya canoso y acabado. Y si cena sopas de ajo o simplemente un Cola-Cao para calmar esos nervios templados que un día utilizó para encandilar a una infanta de sangre azul hoy muy contaminada. Porque su historia está a punto de descomponerse en millones de fragmentos que, lejos de explicar un rompecabezas jurídico, lo único que evidencia es el caos de una realidad que le ha estallado en las narices gracias a un juez echao palante.
En este reino de España ya está toda la carne picada y sólo queda la familia real por devorar. Queda poco. Todo se andará. Por eso estos días la gente está impaciente y juega a la ruleta rusa con las efigies del juez Castro y el duque de Palma. La justicia española va a necesitar mucho Almax para digerir esta gastroenteritis real. Pero sería de agradecer que después que el Tribunal Supremo haya apuntalado la impunidad del franquismo más cuatrero y fascista, esta carnicería acabase con un banquete de la justicia española. Que aproveche
Texto publicado en Diario de Noticias el 3 de marzo de 2012.
Bravo, Paco. No se nota que el artículo es de hace un año. Gracias por publicarlo en el blog. De vez en cuando, 'me llevo' tus entradas a Facebook. Espero que no te importe. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tus seguimientos Leonor, un abrazo, Paco
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