Curcio Malaparte, (Prato, 1898-Roma 1957) ese gran narciso de corte fascista, pero dotado de una poderosa persuasión para narrar la guerra y el dolor, me lleva por los caminos del nazismo y sus vericuetos literarios, por los pozos más oscuros del sufrimiento y la sociología que lo explica, que no lo justifica, claro. La Piel y Kaputt, sus dos obras mayores, me llevaron directamente a los diarios del crítico alemán de orígen polaco y judío, Marcel Reich Ranicki, y este a los diarios de Victor Klemperer, con su Quiero dar testimonio hasta el final. Y aquí estoy ahora, con Günter Anders (Breslau, 1902-Viena, 1992) filósofo e intelectual quien combatió en la Primera Guerra Mundial a los 16 años. De origen judío fue el primer marido de Hannah Arendt, quien ya buceara en la investigación del exterminio con Eichmann en Jerusalén, quizá el mejor texto de historiografía jurídica sobre el juicio contra Eichmann.
Nosotros los hijos de Eichmann es una carta abierta, mejor dicho, dos cartas al hijo de Eichmann, Klaus. Eichmann fue el principal responsable de transporte de los judíos que vivían en los campos de extermino masivo bajo control alemán. En este libro, el autor quiere llegar al corazón del hijo del verdugo, y dice que el holocausto no es cosa del pasado, pues como Anders dice, todos somos hijos del mundo de Eichmann. No sé si lo que estamos viviendo es comparable, no, por supuesto que no. Pero quienes diseñan este presente, pareciera que lo hacen desde las trincheras ideológicas del nazismo económico más bastardo.
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