Ir al contenido principal

La mala costumbre

Lean a esta mujer. Háganlo para salir del armario o para destrozarlo con lágrimas en los ojos. Lean a Alana S. Portero como se lee a Genet, a Paul Preciado o a Valle Inclán. Con la tensión crujiendo tras cada salto de página, con la angustia que se siente cuando tienes un anzuelo atravesándote la garganta, con el dolor que se siente cuando una motosierra te trepana el cerebro. Porque todo eso nos pasa cuando leemos “La mala costumbre” . Porque esta novela autoficcionada es un descenso a los infiernos donde el dolor no tiene tregua. Pero también es una búsqueda incesante de ese cuerpo ajeno, extraño, propio y común que siente una rabia seca tras llegar al fin de la noche sin regalo alguno. Pedro Almodóvar recomienda leer esta novela para “hacerse una idea de cuánto sufrimiento, cuanto dolor, cuánto riesgo hay en el hecho de nacer en un cuerpo equivocado”. Yo creo que Almodóvar se equivoca. Pues no hay cuerpos equivocados. Hay sociedades, ideas, conceptos, ficciones equivocadas. Porque ese cuerpo de Alana, que siempre estuvo jugando al escondite de la existencia, no es extraño, dolerá sí, pero es la mejor metáfora para comprender que hay que acabar con las malas costumbres. Léanlo, y no paren hasta que le duelan los ojos. Lean a Alana S. Portero, porque como ella misma dice al concluir esta travesía, “no tenía nombre pero existía. Habitaba mi propia leyenda, no tenía nombre pero era Hécuba triunfante, Casandra, Carmilla, la madrasta de Blancanieves, la Dama del Lago, Afrodita, Cristina Ortiz, Sor Juana Inés y la Reina de Mayo. Era todas las mujeres.”

Comentarios

Entradas populares de este blog

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de

Mario Gaviria, de trago largo y coito corto

Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener Quizás, para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes, sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad, este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto,   aquí se le negaba el reconocimiento que él nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio d

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Roda de Ter pero que t