Pareciera que esa tierra que se ve, cerca de Piezalaparda, en Lerín, estuviera estirándose tras una noche larga y fría. Y si se fijan un poco, ha sido levantarse y peinarse al punto de la mañana. Como un buen hijo abrochado a las órdenes de antaño.
Y es que esas trenzas recién tejidas con la exactitud de un sextante, pronto recibirán un fruto que para algunos es el oro blanco de estas tierras. Es cuestión de estar ahí y oír su respiración entrecortada. Como ya hicieran egipcios y romanos. Y esperar, como los grandes misterios sin descifrar. Llegará abril y mayo y hasta junio y esos frutos serán bien recibidos, como esos poemas de Dylan Thomas cargados de imágenes explosivas y que ahora leo delante de este campo que muestra las estrías de una fertilidad ilimitada.
Llegará abril y mayo y junio y la tierra cabalgará sobre estos pequeños montículos convertidos en cordilleras repletas de frutos escondidos apuntando hacia un cielo que clamará su recompensa. Los hay verdes y blancos y dicen, dicen, que en el Renacimiento fue prohibido su consumo en los conventos por su poder afrodisiaco. Lo cierto es que si optas por la sencillez y los bautizas con aceite de primera prensada del trujal de Arroniz y sal, una explosión se producirá en el cielo de tu paladar. Entonces nada importará tanto como saberte mortal. Porque cada año por estas fechas, los espárragos convertirán tu mesa en una trinchera contra la inmortalidad.
Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán. Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por su dramática soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana. Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...
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