“Mientras haya bares” es una reivindicación del bar en boca del enorme escritor Juan Tallón. Me gustaría que alguien escribiera con la misma pasión “Mientras haya librerías”. En Navarra tocamos a un bar por cada 340 habitantes, sin embargo, si hablamos de librerías, tocamos a una (1) por cada 10.000. No está mal, eso explica que haya gente que no ha leído un libro en su vida y gente que no ha salido del bar en su vida. Ya sé que no se puede “contimparar”, leer con agarrarte a la barra, uno te mete pa dentro y otro te socializa, dicen. Así que admito la acusación de populista literario por ello. Hoy es el día de las librerías, esos lugares donde extraviarte sin tiempo y donde colocarte sin freno de mundos y voces, habidos y por haber.
Zorionak Nafarroako liburutegi guztiei eta haien kudeatzaileei ¡¡
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
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