Me planté en la cola de la tercera dosis de refuerzo con veinte minutos de antelación. Por si así llegaba antes a la ventanilla de las cosas normales. Me fijé que la mayoría de la gente contaba ya con una edad en la que queda poco por sumar y mucho por revisitar. Quizás por eso, un extraño silencio reinaba en medio de un diluvio atronador. Nada parecido a las colas de la primera y segunda dosis. En la primera no nos conocíamos pero íbamos como posesos hacia un frente de batalla. De allí salimos con la convicción de haber dado lo mejor de nosotros mismos. En la segunda nos sabíamos ganadores y celebramos con amigos y conocidos el previsible fin de aquella noche inquieta que nos había vuelto más extraños. Meses más tarde, como queriendo correr hacia atrás en el tiempo, decidimos apuntarnos a eso que Juan Marsé dijo una vez: “el olvido es una estrategia del vivir”. Y como en una carrera de revelos pasamos el testigo de la muerte de mano en mano. Y aquí estamos. Sin saber muy bien por q
El blog de Paco Roda