Ir al contenido principal

La izquierda afable

Foto: Raymond Depardon/Magnum Photos/



La periodista Leila Guerriero dijo una vez que se mira hacia atrás con vértigo y hacia delante con curiosidad. Hasta que llega un día que miras alrededor y ya no hay vértigo. Ni nada inesperado. Creo que eso está pasando en la política navarra. Lo hemos podido comprobar en el último Debate del estado de la Comunidad. Y es que pareciera que la izquierda navarra, toda, ha acabado por aceptar, como dijera Fredic Jameson, que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo.
En ese debate, o lo que fuera, me dio la sensación de que las horas pasaban, una tras otra, todas llenas de vacío. Alguna vez se rompió el hastío y alguien pronunció la palabra transformación. Quise pensar que del mundo pero enseguida caí en la cuenta que allí solo se quería gestionar, que no cambiar, los despojos de una sociedad más que satisfecha. Allí solo había lugar para la autocomplacencia del gobierno y cierta rivalidad, muy correcta eso sí, entre partidos que brindaban por la tranquilidad y el consenso mientras la derecha onanista se encabronaba en la tribuna para ventilar su resentimiento.
Aquel ambiente plano y sin sobresaltos, venía a confirmar lo que Mark Fisher definió como el “realismo capitalista”, esa idea de que el capitalismo es el único modo realista de organizar la sociedad. Porque hay una relación inherente entre capitalismo y realidad. O lo que es lo mismo, cómo culturalmente se elimina la política de izquierda y se naturaliza el neoliberalismo.
En ese debate se dijeron cosas, sí, pero en el fondo no se pasó de frases que naufragaban en el pantano del escepticismo. Como si estuviéramos asistiendo a la definitiva cancelación del futuro. Y la izquierda no debe contentarse con gestionar, mejor o peor, los costurones de una sociedad cada vez más desigual; debe refinar el discurso y aclarar qué es el sistema y qué es lo que se necesita para cambiarlo.

Noticias de Navarra 8 de noviembre de 2021

Comentarios

Entradas populares de este blog

Miquel Marti i Pol

Hace 15 años escribí este artículo en Noticias de Navarra. Hoy hace 15 años de la muerte de este inmenso poeta catalán.  Mientras algunos políticos analfabetos se enriquecen por el morro, mueren los poetas. A uno el cuerpo le pide mandarle a ese tal Galipienzo uno de los poemas de Miquel Martí i Pol, el poeta-obrero catalán muerto el martes pasado. Pero hay algunos hombres tan necios que si una sola idea surgiese de su cerebro, ésta se suicidaría abatida por   su dramática   soledad. Por eso prefiero seguir leyendo a este inmenso poeta que se ha ido en busca de un mundo donde reconstruir sus utopías. Miquel Martí i Pol fue una de las voces emblemáticas de la poesía catalana y un referente imprescindible de la identidad catalana.   Un escritor de enorme carga emocional, un hombre que construía versos con los que se jugaba la vida en cada instante. Un obrero de toda la vida que empezó a trabajar a los catorce años en una fábrica de Rod...

Vila-Matas no invita a la lógica

Vila-Matas es un tipo desconcertante. Pretende desaparecer, hacerse invisible, pero no lo consigue. y mira que ha insistido en ello. Pero lejos de ello, se hace más presente. Y  es que  esa desaparición pasa por la propia transformación de su mundo literario. Por el vaciado de su propia materia prima textual. VM ha iniciado, creo,   la última parte de su carrera de fondo  literaria con su ultima aportación. Y espero que tenga su recompensa. Para algunos críticos, VM es un escritor escorado a ninguna parte, excepto hacia su propio mundo interior, eso sí,  sin llegar a ser un pedante del lirismo estético individualista. Otros, alguno de mi provinciana ciudad sanferminera, le achacan de postmoderno colaboracionista de la fatuidad de la literatura sin compromiso. Nada más lejos después de leer su última novela. Si es que es novela. Tras la lectura de esta obra, me siento más vilamatiano que nunca. Por una razón muy simple. Este tipo me habla al oído, susurra c...

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorado...