Recibió
la llamada a las 10,30 de la mañana aproximadamente. Fuera hacía un frío que
penetraba como una sonda en el cuerpo. Pero ella estaba recostada en el sofá
arropada con una manta presa de un inconfesable agotamiento que le tribuía a
fluido de nuestra cotidianidad. Había desayunado escuchando la obra póstuma de
Leonard Cohen, “Thanks for the dance”.
Cuando cogió el teléfono recuerda que sonaba “Happens to the Heart”* .-Dígame se atrevió a decir nerviosa, .- mire
le llamo del Consultas Externas del Hospital, es para comunicarle que tras las
pruebas detectadas, nos gustaría hablar con usted para valorar los resultados y
nos.., colgó el teléfono presa de pánico. Como se cierra una puerta tras
sentirte perseguida en esos sueños de caída libre. Su respiración se cortó en
seco y sintió el miedo royéndole el cogote. No sabe por qué le vino la imagen
de mucha gente sin más rumbo que la inmensidad. Y también sintió, como otras
veces que en ciertos momentos la felicidad y el miedo se visten igual y
resultan imposibles de distinguir. Pero ella lo distinguía claramente. Era el
miedo. Sabía que le iban a anunciar un cáncer. Y no podía imaginar ese momento
en que su médica se lo comunicaba. Ese instante fugaz, brillante, ardiente en
que la palabra sale de la boca y penetra en el oído y pasa directamente al alma
y esta enloquece de terror. Ese momento es al que ella temía. Por mucho que se
hubiera planteado que la única salida de emergencia es la que llevamos dentro.
No le servía. Porque era el terror a contemplarse desde los andenes del futuro.
Y sentir que ese tren se iba. Llamo a una amiga para comentárselo. Tras
calmarla quedaron de inmediato en una cafetería para tomar un chocolate
caliente con churros. E idearon un plan. No servían las terapias. Enfrentaría a
muerte el porvenir. Recordó que alguien una vez le dijo que se escapa a la
muerte cuando se concibe la esperanza de llegar a un lugar donde , de nuevo,
algo ocurra por primera vez. La amiga le había comprado un texto de Omar Jayam,
lo abrió por una página en la que decía “Vive plenamente mientras puedas y,
sobre todo, no calcules el precio”. Pagaron y decidieron comer en un
restaurante de lujo. Al día siguiente acudió a la consulta y escuchó lo que ya
sabía. Cinco años después, vive.
*Escuchar al colibrí
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