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Día Mundial del Cáncer


 
Fotografía: Philipp Halsman /Magnum Photos/ 

Recibió la llamada a las 10,30 de la mañana aproximadamente. Fuera hacía un frío que penetraba como una sonda en el cuerpo. Pero ella estaba recostada en el sofá arropada con una manta presa de un inconfesable agotamiento que le tribuía a fluido de nuestra cotidianidad. Había desayunado escuchando la obra póstuma de Leonard Cohen, “Thanks for the dance”. Cuando cogió el teléfono recuerda que sonaba “Happens to the Heart”* .-Dígame se atrevió a decir nerviosa, .- mire le llamo del Consultas Externas del Hospital, es para comunicarle que tras las pruebas detectadas, nos gustaría hablar con usted para valorar los resultados y nos.., colgó el teléfono presa de pánico. Como se cierra una puerta tras sentirte perseguida en esos sueños de caída libre. Su respiración se cortó en seco y sintió el miedo royéndole el cogote. No sabe por qué le vino la imagen de mucha gente sin más rumbo que la inmensidad. Y también sintió, como otras veces que en ciertos momentos la felicidad y el miedo se visten igual y resultan imposibles de distinguir. Pero ella lo distinguía claramente. Era el miedo. Sabía que le iban a anunciar un cáncer. Y no podía imaginar ese momento en que su médica se lo comunicaba. Ese instante fugaz, brillante, ardiente en que la palabra sale de la boca y penetra en el oído y pasa directamente al alma y esta enloquece de terror. Ese momento es al que ella temía. Por mucho que se hubiera planteado que la única salida de emergencia es la que llevamos dentro. No le servía. Porque era el terror a contemplarse desde los andenes del futuro. Y sentir que ese tren se iba. Llamo a una amiga para comentárselo. Tras calmarla quedaron de inmediato en una cafetería para tomar un chocolate caliente con churros. E idearon un plan. No servían las terapias. Enfrentaría a muerte el porvenir. Recordó que alguien una vez le dijo que se escapa a la muerte cuando se concibe la esperanza de llegar a un lugar donde , de nuevo, algo ocurra por primera vez. La amiga le había comprado un texto de Omar Jayam, lo abrió por una página en la que decía “Vive plenamente mientras puedas y, sobre todo, no calcules el precio”. Pagaron y decidieron comer en un restaurante de lujo. Al día siguiente acudió a la consulta y escuchó lo que ya sabía. Cinco años después, vive.


*Escuchar al colibrí

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