Decía Joan Didion que uno no teme por lo
que ya perdió, sino por lo que todavía no ha perdido. Siento esto cada vez que
entro en esta tienda. Que cuando entro, oigo ulular una asfixia extraña. Ataun está, pero
pareciera que sobrevuela como una presencia ausente por toda la calle Mayor.
Ataun es como la tienda apátrida del
Casco Viejo. Y eso que sus gestores la han convertido en la trinchera de la
resistencia frente a la globalidad. Y es que, desde que en 1983 el ayuntamiento comprara el
inmueble tras la jubilación del Jesús Ataun, el ultimo de los hermanos que
sustentó la tienda a su nombre, los actuales gestores parecieran los últimos
mohicanos de la confitería, el regaliz, el txantxigorri, las pastas, el
chocolate y el bizcocho integral.
Si decides entrar aquí, comprobarás que hay días
que transcurren el pasado. A sí que, depende a qué hora entres, si es invierno,
todos los cristales están empañados, entonces tiene lugar un extraño efecto.
Que sientes que se cancelan todas las discusiones, los argumentos, todas las
furias y los desprecios. Y también todas las ansiedades. Entonces compras un
trozo de bizcocho integral a un euro y
sientes que aún estás a tiempo de
convertir la vida en una cenicienta.
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