Ir al contenido principal

Y el vivo al bollo


 
Foto: Cristina García Rodero

¿Quién puede negarle un favor a un muerto? Me hice esa pregunta mientras caminaba  la semana pasada por el cementerio de Pamplona. La tarde era cálida y transcurría bajo un cielo incendiado. Estaba cercano el uno de noviembre y los muertos esperaban, como cada año, a seguir muriendo. Entré por la Puerta del Río y observé que algunas familias gitanas, de luto inmaculado, cerraban los ojos de sus muertos, porque dicen que si no, el cadáver permanecerá en un estado de semivigilia y nunca morirán el todo.  Y rociaban  sus tumbas con  rosas, claveles  y camelias; como si quisieran conquistar la eternidad. Cerca de ellas, en la calle de San Marcos, algunas mujeres llevaban gravada en el rostro la hipoteca del dolor y la soledad. Y sobre la tumba de sus seres queridos depositaban lágrimas de santidad. Por la mirada que alguna de ellas me dirigió, sospeché que quizás, aquellas viudas no le temían al breve instante de la muerte, sino al largo acontecer de la vida. Mientras realizaba aquella excursión por la muerte que es la vida, como dijera Benedetti, me encontré, cerca del mausoleo de Sarasate con una joven de una belleza turbadora. Estaba sola e interpretaba al violín la 3ª Sinfonía de Górecki, quizás la sinfonía más triste jamás compuesta. De pronto, ante aquellas notas redentoras, me pareció escuchar una orquesta. Su  eco retumbó en todo el cementerio. Era “Aires gitanos” de Pablo Sarasate. La chica del violín me dijo, “la música es el reflejo de las almas ulceradas por la dicha”. Y se fue tan triste como era su música. Yo continué buscando lo que quería encontrar. Sabía el camino de sobra porque lo he hecho muchas veces. Mientras llegaba recordé la frase: “Memento mori”, o “recuerda que morirás”, expresión que usaban los generales romanos en los desfiles victoriosos. Estos se hacían acompañar de un esclavo que les repetía una y otra vez «memento mori». Eso les recordaría que el triunfo es tan efímero como la derrota. Entonces llegué a la tumba de mis padres. Y lloré.  

Comentarios

Entradas populares de este blog

El circo de Lodosa

Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos,   y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de

Mario Gaviria, de trago largo y coito corto

Mario en 1998 un café de Madrid, con 60 años. Foto: Miguel Gener Quizás, para mucha gente, Mario Gaviria, fue un desconocido. Ese ribero de Cortes, sociólogo para mas señas y arquero del primer ecologismo navarro, falleció el pasado sábado a punto de llegar a los 80. Él cumplió con aquello de no ser profeta en su tierra. Quizás no supo tomar las precauciones necesarias para ser un mal comprendido. Y es que mientras el viejo régimen de UPN gobernó esta Comunidad, este alumno de Henry Lefevre, antiguo consultor de las Naciones Unidas en África, autor de 40 libros y Premio Nacional de Medio Ambiente en 2005, fue sistemáticamente invisibilizado. Quizás por eso miró a Zaragoza, donde trabajó intensamente en proyectos urbanísticos y medioambientales como la traída del agua del Pirineo para abastecer la ciudad o el diseño del barrio de viviendas sociales y ecológicas del Parque Goya. Mientras tanto,   aquí se le negaba el reconocimiento que él nunca buscó. Hasta que en 2006, el Colegio d

Ego, las trampas del juego capitalista

"Es hora de pensar en una vía de salida, de nuevos modelos altruistas y de colaboración que no conviertan cada uno de los aspectos de nuestra vida en una ecuación matemática". Porque la codicia y el juego son estímulos suficientes para el juego d ella vida.  Conjuguen esta lectura con la serie, Juego de Tronos y verán como lo que nos mueve, en una u otra dirección es el miedo. Como dice Jesús Aller " Nadie entiende lo que ocurre y los políticos que están a cargo del asunto se refugian en clichés:  “No hay alternativa” ,  “Si fracasa el euro, fracasa Europa” . La realidad es que han perdido el control, porque lo que se despliega son simplemente las estrategias de una guerra no declarada entre los estados y las entidades globalizadas del mercado financiero, que actúan simbióticamente con el gobierno de Estados Unidos. La última crisis no fue en este sentido una situación excepcional, sino una batalla más del conflicto.   Los políticos aceptan que en este enfrentamient