Hoy iré a la manifestación. Como muchos
hombres feministas, claro que sí. Pero a menudo me pregunto si no seré un
machista feliz encantado de ser feminista. Y no, no me confundan con ese
machista rotundo que otro día que se llevó por delante a la madre de sus hijos.
Lo que me estoy preguntando es si mi machismo aceptado socialmente entre los
aliados feministas no será también arte y parte del orden patriarcal que no
acaba de ceder.
Hoy se celebra ese Día
Internacional que nos interpela a los hombres. A ver, soy blanco, heterosexual,
soy cis, como Asirón, y creo en la
igualdad. Incluso escribo y milito. Todo de manual. Y sin embargo, en lo más
profundo mí, creo que hay algo como varón patriarcalizado que no ha saqueado aún sus
machismos más íntimos, esos que en la cotidianidad más normalizada se pasan por
alto. Esos que estabilizan y sostienen la normalización de la violencia contra
las mujeres. Porque esa violencia, creemos, es cosa de otros, de los maltratadores con pedigrí, de
esos asesinos y machistas del Telediario. Entonces es cuando me miro y miro a
mi alrededor, a mis amigos hombres, a mis conocidos, tan normales seguir leyendo
Hay muertos que no buscan a sus asesinos. Ni siquiera se buscan a sí mismos. Solo quieren saber si queda alguien que les eche en falta. Porque hay muertos que no son de nadie. Son los más amargos. Porque siguen sin morir del todo. Ocurrió en Lodosa. En La Plazuela. Eran la seis de la tarde del 18 de julio de 1936. La plaza olía a circo. Pero también a sangre y a moscas. Algunos ya sabían que el futuro se acababa allí. A esa hora. Otros prefirieron buscar dónde matar el calor de una tarde sangrienta. Y allí estaba el circo para sonreírle a un verano bastardo: el Circo Anastasini. Un circo procedente de Ceuta regentado por un italiano, Aristide Anastasini. En el circo había un elefante viejo y caballos y payasos, y una niña amazona llamada Joana que cabalgaba un corcel blanco que giraba alrededor de un destino negro. Y había moros y negros y malabaristas de Madrid y payasos italianos y magos y funambulistas franceses del protectorado español de Marruecos. Cincuenta enamorados de
Comentarios
Publicar un comentario