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La droguería



A veces me pregunto si las ciudades tienen alma. Cada vez que paso por aquí, por esta droguería antropológica de Pamplona, siento el aliento de ese alma soplando en el cogote. Tenía 14 años y yo trabajaba en lo que hoy es el Palacio del Condestable y que un día fue “Tejidos Gorriz”. Yo trabajaba de “maca”. Para los milenials, un recadista. Mi jefe se llamaba Luis Gorriz y me mandaba, a principios de cada mes,  a cobrar recibos por varios locales alquilados de su propiedad. Entre ellos esta droguería. Allí conocí a unos de los personajes más emblemáticos de la fotografía navarra. Nicolás Ardanaz, un hombre que vivía en blanco y negro. Un tipo extraño, inmenso como su voz,  pero que a mi me impresionaba por la fuerza de sus argumentos tras el mostrador de esta droguería que aún perdura, como queriendo frenar la velocidad de las cosas. A veces paso por aquí de noche, entonces siento que el pasado sopla con más fuerza.

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