Foto: Ian Berry (Magnum) |
Artículo publicado en Noticias de Navarra. 10 febrero 2019
Es lo que hay. Pese a quienes, instalados en el negacionismo de los hechos han convertido la ceguera en la mejor de sus alianzas, aquellos que deciden interesadamente silenciar o maquillar su actual deriva. La de este barrio que sobrelleva como puede una agresión urbana y medioambiental sin precedentes. Un barrio que soporta el 85% de los actos y eventos de todo tipo y condición que se programan en Pamplona. Un barrio convertido en el contenedor lúdico-festivo de la ciudad. No negaré que este barrio ha mejorado en muchas cosas. Pero les aseguro que puestos a usar la balanza, este barrio pierde calidad de vida. Y pierde ese derecho que es el derecho a la ciudad que ya nombrara David Harvey. Otra cosa es que los discursos hegemónicos insistan en que nunca jamás este barrio había estado tan animado. Y es que hay una idea fuerza muy manejada por ciertos partidos de derecha y de izquierda neoliberal de nuestra capital que dice que no estamos tan mal como otras ciudades, véase Donostia, Málaga o Barcelona, algo muy compartido por ciertas asociaciones vecinales y una gran parte de la ciudadanía de Iruñerria que considera el Casco Viejo como su lugar de exaltación festiva por excelencia y que ignora que aquí, también se vive.
Y es
que hay ciertas tendencias que están indicando un desplazamiento en la
composición de clase del tejido urbano del casco viejo. Porque nuestro barrio
está siendo transversalizado y fagocitado por las políticas de ocio, negocio y
especialización de usos definidos por el ocio nocturno, con sus noches low cost mercantilizadas de manera
salvaje y desinhibida, la constante festivalización de sus calles, la
atomización de actos, el uso y el abuso de suelo público, la
ultracapitalización de cada metro cuadrado de sus calles y el extractivismo hostelero. El último
ejemplo es la aprobación de una enmienda que modifica el articulo 87,3 del
PEPRI a instancias de Geroa Bai y apoyada por UPN. Pues bien, esta enmienda
permitirá que el protestado Hostel de Unzu pueda levantarse sin pudor en medio
de una plaza ya turistificada hasta su ultimo rincón.
Pero vayamos por
partes. En 2006, fecha pre-crisis, el Ayuntamiento decidió cambiar la normativa
que hasta ese momento amparaba al vecindario del Casco Histórico ya que estaba
declarado zona saturada de bares. A partir de ese momento la proliferación de
nuevos negocios hosteleros invadió de nuevo el Casco Viejo bajo el mantra de la salvación del barrio a costa de la
turistificación, la saturación de eventos y la “baretización” de casi todo el
territorio. Y es que según datos de la asociación Spain Nightlife,
uno de cada tres turistas tiene en cuenta las propuestas que ofrecen los destinos españoles
para la noche a la hora de decantarse por un enclave para sus vacaciones. Y más,
sabemos que el turismo aporta más del 11% del PIB nacional, pero es que
el ocio nocturno es responsable de casi un 3% de ese porcentaje. Así que el
mantra del turismo como factor de revalorización del espacio, de las ciudades y
hasta de la propia vida, es un concepto contra el que es difícil luchar. De hecho, el 76% de los comerciantes del Casco
Viejo considera positivo el turismo para la actividad comercial. Quizás por eso
en los últimos siete años se han abierto 70 bares más en Iruña. En la actualidad, según datos municipales, hay en
el Casco Viejo 173 bares y cafeterías. O sea,
tocamos a 15 bares por cada 1000 habitantes. Así que no es de extrañar
que el consumo intensivo de alcohol entre jóvenes de 14 a 29 años del Casco
Viejo se sitúe en el 39,1%, dos puntos por encima de la media de Navarra
situada en el 37,8%.
Por otro lado, según
datos extraídos de portales inmobiliarios de Pamplona, los alquileres en el
casco Viejo han subido un 26% entre 2014 y 2018. Según datos del propio
ayuntamiento, en 2017, una
persona joven debía destinar en torno al 62% de su salario mensual al pago de
la vivienda. Pero si el 28% de los jóvenes menores de 34 años el Casco Viejo se encuentran en paro, calculen las
dificultades de este grupo para acceder a una vivienda. Lo que evidencia la
necesaria inversión en recursos
juveniles más allá de otras inversiones en ocios variados. Por otro lado, este barrio ha perdido un 5,8% de su población desde 2008
hasta 2018. Y también ha perdido población infantil desde 2010 hasta hoy mismo.
Casi un 9,4%. Es decir, nacen menos niños y niñas o se marchan del barrio con
sus familias. En el Casco Viejo hay un índice de dependencia senil del 38,4%
(en Navarra el 29,5) lo que nos obligaría a pensar en más recursos públicos
para este sector de población. Entre
2008 y 2018 un 36% de la población inmigrante nos ha abandonado. Se han ido a
otros barrios en los que la vivienda es más barata. Porque aquí se encarece por
las dinámicas relacionadas con el uso del suelo y sus destinos comerciales. Entre
2008 y 2018 el paro en el Casco Viejo aumentó un 11,7%, siendo el sector de la
hostelería el sector que más paro ha generado, un 16.3% del total de las
actividades según datos del SEPE. Mencionar asimismo que un 66% de los y las
paradas del Casco Viejo no reciben prestación por desempleo y que la tasa de
riesgo de pobreza severa de nuestro barrio en 2016 era del 16,7%. Tres puntos
por encima de la media de Pamplona situada en 13,4%. por eso somos el quinto
barrio de Pamplona en volumen de prestaciones económicas destinadas a su
población más vulnerable. Leído de otra manera, somos el quinto barrio más
necesitado de Iruña.
Alguien
debería valorar estos datos –y otros que faltan- para saber qué barrio
habitamos y para saber qué barrio queremos construir. Y no, no basta con decir
que el problema del Casco Viejo es de convivencia nocturna, porque eso, siendo
cierto, es el síntoma de una preturistificación y modelo de barrio que
responde a intereses de clase. Por eso, y a modo de ejemplo, si se quiere abordar
el problema de la vivienda, la saturación hostelera, el creciente incremento de
pisos y apartamentos turísticos o la creación del Hostel de Unzu y el impacto
que tendrá si se lleva cabo en la
transversalización de dinámicas especulativas como el alquiler, estos datos hay
que tenerlos en cuenta. Porque como insiste David Harvey, “El inalienable derecho a la ciudad es algo
por lo que vale la pena luchar. El aire de la ciudad nos hace libres, solía
decirse. Pues bien: hoy el aire está un poco contaminado; pero puede
limpiarse.”
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