¿Pasará VOX el Arga como César el Rubicón? Esa es la pregunta que parte de nuestra clase política se hace estos días. Yo no tengo ninguna duda. VOX hará lo posible para estar en el Parlamento Navarro. Como no tengo ninguna duda que tanto UPN como PPN se servirán de su bastardo apoyo si llega el caso para lo que sea, para gobernar o para desgobernar. Porque ya muy pocas cosas pasan factura política dada la banalidad de estos tiempos de saldo. Porque el precio de las traiciones ha caído en desuso. VOX se ha hecho un hueco, no porque la gente que les ha votado sea analfabeta políticamente hablando, se ha hecho un hueco porque explican la complejidad social y de la vida mediante juegos malabares que seducen a mucha gente que no encuentra ya sentido a nada. A decir de VOX que los negros y los árabes tienen la culpa de todo, sirve para identificar con claridad dónde está el núcleo duro del malestar. VOX reduce la vida y su complejidad a emociones y a sentimientos muy primarios, circuitos casi perdidos por donde cuesta transitar y sin embargo nos aseguran la quietud. Y eso todavía tiene tirón. En qué dirección vaya, eso importa poco. Porque mientras la izquierda propone sacrificios y renuncias en pos de un bienestar colectivo, esta gente te calienta la cabeza y te la llena de clembuterol. Te la llena de expectativas que llegan a la individualidad frustrada de mucha gente. Y además te identifican las causas de tus patologías, los tumores de tu malestar: la inmigración, el Estado Social del Bienestar, el estado autonómico, el funcionariado o la que llaman ideología de género.
Por eso es muy importante, no solo desenmascarar a VOX y su populismo punitivo, sino explicarse muy bien. A la izquierda, o lo que quede de ella, le corresponde identificar bien el terreno de juego y lo que nos jugamos. Y no, no vale ser políticamente correcto, ni tener cuidado con los temidos escoramientos a la izquierda, ni dejarse vencer por la equidistancia, ni sopesar la radicalidad que pareciera condenada socialmente suplantada por ese sentido común amable y complaciente. No. Hay que ser radicales. Porque de lo contrario contribuiremos, si no lo estamos haciendo ya, a derechizar aún más el actual neoliberalismo socialdemócrata que nos gobierna. Y aquí tampoco nos libramos.
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