Hay
dos maneras de situarse ante un Estado de excepción encubierto que ha
judicializado la vida pública y política hasta la paranoia. Dos opciones para
enfrentarse a este nuevo estado punitivo que contempla a la ciudadanía como una
mancha oscura de la que sospechar de manera permanente. Una es la de asustarse y denunciarlo exigiendo
la vuelta a la imposible normalidad. La otra es aprovechar su imposición para
vivir de otra manera, para hacer de cada acto privado una batalla pública, un
gesto de resistencia. La primera opción está cargada de miedo y de angustia. La
segunda es una apuesta por la libertad donde nuestro cuerpo se puede convertir
en un certero proyectil.
Clemente Bernal y Carolina Martínez son dos artivistas que han optado por lo segundo. Ellos son dos cineastas ligados
profesional y sentimentalmente a la recuperación de la memoria histórica y también
editores de Alkibla. Dos artistas incómodos sí, que no participan precisamente
de la experimentación en nombre del placer, la amabilidad o los propósitos artísticos
equidistantes y
descontextualizados a lo Duchamp. Una de sus últimas producciones ha sido
la realización del documental A sus muertos, que
versa sobre el llamado Monumento a los Caídos de Pamplona presentado en las
Jornadas organizadas por ZER en 2017 ¿Qué hacemos con el Monumento a los
Caídos? Y es precisamente a propósito de este documental por lo que los
próximos días 14 y 15 de noviembre serán juzgados en Pamplona por un supuesto
delito de “revelación de secretos del artículo 197.1 del Código
Penal”. Quien les acusa de revelar secretos, que son de dominio público, es la
Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, una asociación de
excombatientes requetés fundada en 1939 por Monseñor Marcelino Olaechea Loizaga. Esta
Hermandad canónica, según se recoge en sus actas fundacionales “ tiene una
Fundación Perpetua de Misas en el Monumento a los Caídos, según Decreto
eclesiástico del 18-I-1957. Su primera Misa –en la basílica de la Santa Cruz de
la parte superior sobre la cripta- y el Vía Crucis, ambos con permiso verbal
del Obispo se celebraron el 14-XII-1958”. Desde entonces y hasta hoy todos los
meses se sufraga esa misa a los muertos por Dios y por España, y a sus miembros
fallecidos. Y es precisamente por querer filmar una de estas misas negras que
se celebran en la cripta del Monumento, donde hasta hace poco estuvieron
enterrados los restos de los líderes fascistas del golpe de estado franquista Mola
Y Sanjurjo, por lo que estos cineastas están citados a declarar en Pamplona. Se
les pide una pena de dos años y seis meses para cada uno de ellos y una multa
de 24.000 euros.
Esto ocurre en este reino de España en bancarrota ética y moral que alardea
de una democracia saneada mientras los tribunales europeos cuestionan la
imparcialidad de sus órganos de justicia al más alto nivel. Ayer mismo, el
Tribunal de Estrasburgo sonrojó a la Justicia española al reconocer que Otegi,
líder abertzale, fue condenado por terrorismo en un juicio que no fue justo. Y
es precisamente una organización de notable credibilidad como Freemuse, con sede en Dinamarca y
encargada de vigilar el estado de la libertad de expresión artística, quien en
su informe anual señala a España como uno de los países donde la represión
sobre los creadores más ha aumentado. Y aquí entra en juego la denominada Ley
Mordaza, pero también una desinhibición ideológica y democrática que ha
convertido cada gesto, cada acto, palabra, grito o mirada en un hecho punitivo
digno de sanción y represión. Freemuse dice
que España
lidera el ranking de artistas encarcelados en 2017, con un total de 13, por delante de China,
Irán, Egipto y Turquía, y es el tercero en creadores enjuiciados, solo por
detrás de Egipto y Etiopía. Ahí es nada. Asimismo ese informe nos advierte de la
perversa utilización que se está haciendo de “las leyes antiterroristas
como mecanismo para amordazar a los artistas, circunstancia que ha debilitado significativamente
la libertad de expresión en el país".
Los
dos cineastas citados forman parte de ese grupo de artistas imputados por ese
liquidacionismo cultural e involucionista
que abandera la contrarreforma judicial española. Que una organización que
celebra el culto a la muerte y la exaltación esotérico- fascista del golpe
militar del 36 trate de encarcelar a dos documentalistas, como dice el artista Iñaki
Arzoz “por hacer su trabajo, resulta una vergüenza y un atentado
contra la libertad de expresión. Y que el juzgado y la fiscalía le den carta de
naturaleza demuestra en qué país amordazado y miserable vivimos, todavía. Un
país que gracias a una Transición contemporizadora con el franquismo, sin su
Juicio de Núremberg o al menos sin Comisión para la Verdad y la Reconciliación
al estilo sudafricano, acaba convertido, inexorablemente, en una anomalía democrática
que permite la existencia de puntos ciegos, en los cuales el fascismo hiberna
bajo la cobertura del Estado”. Pero hay más. Que una organización que según su
acta fundacional proclama “mantener íntegramente y con agresividad si fuera
preciso, el espíritu que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España
haciendo que no se desvirtúen estos ideales” demuestra que en España el sistema
judicial no funciona según los valores que proclama defender. Y menos sus
mecanismos de control democrático. Porque esta organización se pasa por el arco
de la cripta la Constitución y la Ley de Memoria Histórica. Y todo con la
complicidad y responsabilidad de la Iglesia Católica española.
Porque esa cripta, donde se venera a los golpistas es propiedad del Arzobispado
de Pamplona quien la cedió en usufructo a esa Hermandad fascista en 1998 para
oración y sede de dicha Hermandad. Y este gobierno socialista debiera liderar
de una vez por todas las conversaciones para romper definitivamente el
Concordato que se mantiene con la santa Sede desde 1979. Ya se instó en febrero
de 2018 desde el Congreso para que el Gobierno derogara esos acuerdos arcaicos
que impiden la auténtica laicidad y aconfesionalidad del Estado. Pero una cosa
es quererlo y otra pretenderlo. Y esto es una constante. Porque cada vez
que se intenta limitar, matizar o cuestionar los privilegios de la
Iglesia católica en España, aparece el Concordato. Y en esta ocasión el
apartado 1.5 que establece la “inviolabilidad”
de “lugares de culto” resulta ser el argumento –no nombrado- pero central de la
acusación contra estos dos cineastas. Y es que esta denuncia lo que cuestiona
realmente no es la violación de ningún secreto, esa es la excusa legal, sino impedir
todo intento de memorialización histórica. En definitiva, como refiere la artista
y crítica estadounidense Martha Rosler, la utilidad del arte como herramienta
combativa.
Alguien dijo que el fascismo hoy es la
política convertida en escenografía y el cinismo más atroz. Porque Clemente y
Carolina no deberían estar en el banquillo; más bien deberían estarlo sus
acusadores. Esos que mes a mes hacen apología del fascismo saltándose a la
torera la Ley de la Memoria Histórica sin que nada ni nadie frene su exaltación
golpista. Alba Rico, ese intelectual que conjuga la belleza de sus textos con
la inclemencia de sus pensamientos dice: “Los artistas son responsables de sus
actos; sus obras son responsables de sí mismas. Tan absurdo sería meter en la
cárcel a un artista por pintar un mal cuadro como encarcelarlo porque su cuadro
representa bien la escena de un crimen”
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