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El silencio de otros



Vean esto, a esa mujer cuyos ojos se cerraron sin saciar su secreto, vean esto para emocionarse, para enfadarse, para llorar, para descender a ese acantilado inaccesible llamado memoria. Vean esto para saber que el olvido es el más perverso de los lo polizones de la historia. En “la velocidad de las cosas” Fresán dice: “se deben cerrar, siempre, los ojos abiertos de los muertos porque si no el cadáver permanecerá en un estado de semivigilia y nunca morirá del todo.
Más de 100.000 cadáveres permanecen en las cunetas enfangadas de España. Murieron con los ojos abiertos. Pero esta inmensa película nos dice que nunca morirán del todo. Hasta que sus verdugos paguen por ello. Pero seamos realistas, esto no está a la vuelta de la esquina. El franquismo no tuvo su Núremberg, ni Franco se suicidó, ni los pistoleros fueron juzgados, ni las familias tuvieron su duelo histórico reconocido. Peor aún, tras el genocidio franquista, los verdugos fueron engrandecidos y siguieron ocupando el poder. Incluso tras la muerte de Franco, siguieron, muchos de ellos, asaltando las representaciones del poder más real. Y decidiendo sobre las vidas de los otros. De esos otros que ya yacían en silencio. Y nunca perdonaron, ni olvidaron. Más aún, muchos de ellos siguieron pensando que la guerra no había concluido. Por eso decidieron alargarla por otros caminos. Y aquí estamos. Recogiendo los restos de esta historia bastarda. Y es que, lejos de olvidar amablemente el dolor, nunca deberíamos ser cómplices de la amnesia.
Esta película debería ser asignatura obligatoria en todas las escuelas e institutos. Porque ilustra y conmueve más que cien mil páginas de historia mal contada.
Vean, "El silencio de  otros"

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